«Se necesita una Corte Internacional Anticorrupción para acabar con la cultura de la impunidad»

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0011352052El juez norteamericano Mark Wolf, impulsor de un proyecto para crearla, habló en exclusiva con Infobae y contó cuáles son los desafíos que debe atravesar para convertirlo en realidad. Habló de la «relación directa entre corrupción y abuso de los derechos humanos».

Hace unos días, el juez de distrito Mark Wolf, de EEUU, publicó una columna de opinión en el Washington Post en la cual proponía la creación de una Corte Internacional Anticorrupción para luchar contra este mal endémico que afecta a la clase política de muchos países alrededor del mundo.

En conversación exclusiva con Infobae, Wolf -asistente especial del fiscal general de EEUU entre 1975 y 1977- describió qué lo impulsó a tomar esta iniciativa y cuáles son los pasos a seguir para que su propuesta se haga realidad, para así poder luchar contra una práctica responsable de afectar al 5 por ciento del producto bruto interno global.

La idea, que originalmente presentó este año en el Foro Mundial de Gobernanza, en Praga, tiene una estructura de funcionamiento que se asemeja a la de la Corte Penal Internacional.

«La corrupción es algo que ocurre en muchos países del mundo gracias a una cultura de impunidad, en la que funcionarios en puestos de poder no permiten que se investiguen los hechos que ellos mismos cometen», explica. «Entendí que había que crear una amenaza real de enjuiciamiento y castigo para erosionar esta cultura de impunidad».

Wolf opina que existe un «desafortunado vacío legal» que no permite enjuiciar en un foro internacional a aquellos involucrados en «grandes actos de corrupción. Aquellos líderes que abusan de su poder en la administración pública para provecho personal».

En la era de la transparencia y el acceso a la información gracias a las nuevas tecnologías, la corrupción tiene mayor exposición y la ciudadanía tiene mayor acceso a herramientas para combatirla en conjunto con el apoyo de medios independientes.

«La gente que usa las nuevas tecnologías para exponer la corrupción es de vital importancia», asegura Wolf. «Pero la mayoría de los países no posee medios independientes. Usar internet para documentar y diseminar información sobre actos de corrupción es muy importante. Eso crea evidencia y quizás la indignación de la ciudadanía, pero hay un vacío legal porque no hay nada que se pueda hacer con esa evidencia. La opinión pública puede hacer una diferencia, pero hay un crítico eslabón perdido, ya que no hay fiscales imparciales e independientes que puedan utilizar esa evidencia en una corte».

Este vacío es el que llevó al juez norteamericano a buscar el apoyo de la comunidad internacional en su proyecto de crear un instrumento legal que pueda lidiar de manera efectiva con la corrupción salvaje que se da en muchos países del planeta. Y si bien Wolf es quien lleva las riendas de la propuesta, su idea ya cuenta con el apoyo de colegas y ONG como Not in my country, encargada de brindar herramientas anticorrupción a ciudadanos en países que carecen de apoyo interno a la hora de denunciar a funcionarios gubernamentales.

Sin embargo, la creación de una CIAC requiere de un gran esfuerzo y apoyo de la comunidad internacional, en especial de aquellos países en los que la corrupción es moneda corriente y en los que someterse a su jurisdicción significaría correr el riesgo de verse afectados por ella. Lograr un apoyo activo a la causa no sería tarea fácil. Pero Wolf se mantiene optimista.

«Este fue un tema muy importante durante la creación de la Corte Penal Internacional», comenta, mientras explica que a pesar de la reticencia inicial, eventualmente muchos países se unieron porque «hubo una evolución en el consenso internacional al entender que los abusos a los derechos humanos, el genocidio, y los crímenes de guerra eran intolerables. Y cada vez más se cree que el mundo podría usar una corte similar para combatir la corrupción. Hay una fuerte relación entre la corrupción y el abuso de los derechos humanos. El enojo de la población por la corrupción causa desestabilización en los países, como pasó en Ucrania, Egipto o Túnez. Y a su vez, esto desestabiliza al mundo, ya que no son más fenómenos contenidos dentro de sus propias fronteras.»

En efecto, es ese descontento social liderado por las generaciones más jóvenes -como el que se dio durante la Primavera Árabe- el que, según Wolf, servirá para dar un impulso adicional a su propuesta.

«Los jóvenes alrededor del mundo y a través del tiempo son los que han estado a favor de los cambios. Ahora la gente tiene un acceso a información que antes no tenía. La gente sabe que hay gobiernos honestos en otras partes del mundo y que la democracia funciona en otros países y consideran intolerable que no sea así en sus propios países», explica y agrega que a diferencia de sus mayores, los jóvenes «suelen ser idealistas» y no aceptan el status quo.

Esto no significa que la CIAC tenga allanado el camino para su creación. Si bien el apoyo de la ciudadanía ciertamente contribuye, se necesita una coalición de respaldo que incluya organizaciones internacionales activas en la lucha contra la corrupción y en la defensa de los derechos humanos, así como también del sector empresarial.

Wolf también propone la necesidad de someterse a la jurisdicción de la CIAC como requisito para pertenecer a organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio. Muchos de los países africanos en los que la corrupción está fuera de control dependen de préstamos internacionales, por lo que el juez considera que apoyarían la idea para no quedarse fuera del sistema.

«Unos 140 países han firmado la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción y han asumido la obligación de gobernar de manera honesta. Si se pudiera revisar la convención para incluir como requisito la obligación de someterse a la jurisdicción de la corte, esto serviría como incentivo para su creación», dice Wolf.

El juez de Massachusetts, con vasta experiencia en derecho, acepta que su propuesta tiene un largo tramo por recorrer y que «no es posible predecir el resultado de ciertas cosas». La corrupción, a diferencia de figuras legales como el genocidio o los crímenes de guerra, es un fenómeno que se ha extendido y enquistado por muchos países y no serán muchos los líderes que acepten enjuiciar a funcionarios de sus gobiernos por una corte internacional en la cual se verían desposeídos de toda influencia.

Sin embargo, considera que el esfuerzo vale la pena.

«Hay gente que literalmente arriesga sus vidas -como en Ucrania, por ejemplo- para que sus gobiernos sean honestos. Ellos merecen el apoyo de gente como yo y el de muchos otros», dice.

Cuando hace años comenzó la campaña para crear la Corte Penal Internacional «parecía una posibilidad muy remota». «Nos llevó mucho tiempo, pero hoy es una realidad, y apenas empezamos a comprender su potencial».

Y a pesar del complejo proceso que se debe atravesar para que su plan se haga realidad, Mark Wolf no parece estar listo para darse por vencido fácilmente.

«No quiero vivir en un mundo en el que nadie se muestre interesado por crear un orden internacional honesto», concluye

Por: Adrián Bono

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