El castillo de Woslfberg es famoso en todo el mundo no sólo porque su historia se remonte al siglo XII. Entre sus antiguas paredes se reunieron, en octubre del año 2000, los representantes de once grandes bancos para discutir las directrices de Know your client (conoce a tu cliente). Esta declaración de intenciones contenía políticas a seguir para prevenir el lavado de dinero y la financiación del terrorismo a través de las entidades financieras. En este selecto club, el Wolfsberg Group, también estaba el HSBC Private Bank.
Los documentos filtrados por el informático suizo Hervé Falciani, que se están publicando en todo el mundo bajo la coordinación del ICIJ y en España a través de El Confidencial, ponen en entredicho el respeto de este acuerdo en la sede de Ginebra del banco de origen británico. La documentación filtrada atestigua que entre los clientes de la entidad no sólo se encontraban nombres ligados al tráfico de droga, sino también empresarios saudíes vinculados a la financiación de la organización terrorista Al-Qaeda.
La investigación periodística conocida como SwissLeaks ha encontrado varios nombres relacionados con este tipo de actividades. Como ha podido comprobar el diario alemán Süddestche Zeitung, asociado con otros 45 medios en la publicación de esta información, varios de ellos aparecen en la «Golden Chain», una lista de supuestos financiadores de Al- Qaeda. Se tuvo conocimiento de ella en 2002, cuando en una operación contra el terrorismo en Sarajevo las fuerzas de seguridad bosnias se toparon con un disco duro etiquetado como «La Historia de Osama». A partir de ella, la CIA y la Comisión del Senado de Estados Unidos identificaron algunos de los nombres que recogía como parte de la red que prestaba apoyo financiero a Bin Laden. Un hilo que conducía hasta Arabia Saudí y otros países del Golfo.
En las últimas semanas, una exclusiva del diario francés Le Figaro y el testimonio de un preso de la cárcel de Guantánamo han vuelto a relacionar el país de los jeques con el dinero que se utilizó para poner en marcha la operativa de la organización que revindicó los atentados a las Torres Gemelas.
La ‘cadena de oro’ en el banco
La lista de la Golden Chain se hizo pública en 2003. Según la documentación a la que ha tenido acceso a este diario, uno de los saudíes relacionados con la organización
terrorista abrió una cuenta en el año 2004. En 2006/2007 las empresas relacionadas con su cuenta registraban un saldo máximo de 44 millones de dólares. En ambas listas –tanto la Golden Chain como la de clientes del banco– aparece también el ciudadano saudí I. A., vinculado a la International Islamic Relief Organization. Esta entidad fue incluida por el Gobierno de Estados Unidos en la lista de organizaciones sospechosas de financiar el terrorismo.
No son los únicos vinculados al dinero de Al-Qaeda. Y el banco habría podido darse cuenta de ello echando mano de la hemeroteca. A mediados de los años 90 se publicó que uno de sus clientes, con saldo positivo entre 2006 y 2007, había pagado 200 millones de dólares para evitar acusaciones de delito ligadas la financiación de diferentes grupos rebeldes en Afganistán. Sin embargo, ante las preguntas del ICIJ y de otros medios que han participado en esta investigación, el banco se ha limitado a explicar que «no ofrece información sobre clientes particulares».
También estuvieron vinculadas al grupo algunas organizaciones supuestamente dedicadas a actividades benéficas. Entre ellas, la Benevolence International Foundation, que tenía como tesorero a M. B., quien abrió una cuenta en el banco Suizo en 1997. La entidad fue listada como peligrosa y relacionada a Al Qaeda. La organización está relacionada con la financiación directa del grupo de Bin Laden y con militantes de grupos extremistas en Chechenia y en Bosnia. Mazin, contactado por el consorcio, no ha querido contestar a las preguntas enviadas.
Esta serie de nombres y personalidades, como en el caso del narcotráfico, apuntan a las normas laxas del banco. Ocurrió con empresarios relacionados al tráfico de droga en México o con los que mueven los hilos de la guerra en África. El HSBC Private Bank (Suisse) aseguró
en el año 2003 haber establecido normas más estrictas contra la financiación del terrorismo. La información que facilitó Falciani a las autoridades francesas pone en entredicho esta remodelación. A raíz de esta investigación periodística, el banco ha explicado que desde 2011 sus políticas han cambiado, llevándole a reducir el número de cuentas que gestionaba, de más de 30.000 en 2007 a las 10.300 que declara controlar en 2014.
El castillo de Woslfberg es famoso en todo el mundo no sólo porque su historia se remonte al siglo XII. Entre sus antiguas paredes se reunieron, en octubre del año 2000, los representantes de once grandes bancos para discutir las directrices de Know your client (conoce a tu cliente). Esta declaración de intenciones contenía políticas a seguir para prevenir el lavado de dinero y la financiación del terrorismo a través de las entidades financieras. En este selecto club, el Wolfsberg Group, también estaba el HSBC Private Bank.
Los documentos filtrados por el informático suizo Hervé Falciani, que se están publicando en todo el mundo bajo la coordinación del ICIJ y en España a través de El Confidencial, ponen en entredicho el respeto de este acuerdo en la sede de Ginebra del banco de origen británico. La documentación filtrada atestigua que entre los clientes de la entidad no sólo se encontraban nombres ligados al tráfico de droga, sino también empresarios saudíes vinculados a la financiación de la organización terrorista Al-Qaeda.
La investigación periodística conocida como SwissLeaks ha encontrado varios nombres relacionados con este tipo de actividades. Como ha podido comprobar el diario alemán Süddestche Zeitung, asociado con otros 45 medios en la publicación de esta información, varios de ellos aparecen en la «Golden Chain», una lista de supuestos financiadores de Al- Qaeda. Se tuvo conocimiento de ella en 2002, cuando en una operación contra el terrorismo en Sarajevo las fuerzas de seguridad bosnias se toparon con un disco duro etiquetado como «La Historia de Osama». A partir de ella, la CIA y la Comisión del Senado de Estados Unidos identificaron algunos de los nombres que recogía como parte de la red que prestaba apoyo financiero a Bin Laden. Un hilo que conducía hasta Arabia Saudí y otros países del Golfo.
En las últimas semanas, una exclusiva del diario francés Le Figaro y el testimonio de un preso de la cárcel de Guantánamo han vuelto a relacionar el país de los jeques con el dinero que se utilizó para poner en marcha la operativa de la organización que revindicó los atentados a las Torres Gemelas.
La ‘cadena de oro’ en el banco
La lista de la Golden Chain se hizo pública en 2003. Según la documentación a la que ha tenido acceso a este diario, uno de los saudíes relacionados con la organización
terrorista abrió una cuenta en el año 2004. En 2006/2007 las empresas relacionadas con su cuenta registraban un saldo máximo de 44 millones de dólares. En ambas listas –tanto la Golden Chain como la de clientes del banco– aparece también el ciudadano saudí I. A., vinculado a la International Islamic Relief Organization. Esta entidad fue incluida por el Gobierno de Estados Unidos en la lista de organizaciones sospechosas de financiar el terrorismo.
No son los únicos vinculados al dinero de Al-Qaeda. Y el banco habría podido darse cuenta de ello echando mano de la hemeroteca. A mediados de los años 90 se publicó que uno de sus clientes, con saldo positivo entre 2006 y 2007, había pagado 200 millones de dólares para evitar acusaciones de delito ligadas la financiación de diferentes grupos rebeldes en Afganistán. Sin embargo, ante las preguntas del ICIJ y de otros medios que han participado en esta investigación, el banco se ha limitado a explicar que «no ofrece información sobre clientes particulares».
También estuvieron vinculadas al grupo algunas organizaciones supuestamente dedicadas a actividades benéficas. Entre ellas, la Benevolence International Foundation, que tenía como tesorero a M. B., quien abrió una cuenta en el banco Suizo en 1997. La entidad fue listada como peligrosa y relacionada a Al Qaeda. La organización está relacionada con la financiación directa del grupo de Bin Laden y con militantes de grupos extremistas en Chechenia y en Bosnia. Mazin, contactado por el consorcio, no ha querido contestar a las preguntas enviadas.
Esta serie de nombres y personalidades, como en el caso del narcotráfico, apuntan a las normas laxas del banco. Ocurrió con empresarios relacionados al tráfico de droga en México o con los que mueven los hilos de la guerra en África. El HSBC Private Bank (Suisse) aseguró
en el año 2003 haber establecido normas más estrictas contra la financiación del terrorismo. La información que facilitó Falciani a las autoridades francesas pone en entredicho esta remodelación. A raíz de esta investigación periodística, el banco ha explicado que desde 2011 sus políticas han cambiado, llevándole a reducir el número de cuentas que gestionaba, de más de 30.000 en 2007 a las 10.300 que declara controlar en 2014.