Debit card cashback es un servicio ofrecido por los comercios a los clientes que usan tarjetas de debito, mediante la cual se añade una cantidad al precio total de la compra y el usuario recibe la diferencia en efectivo.
El reportaje de El Mundo de España de César Urrutia y Daniel Viaña reseña que esta alternativa la esta estudiando el Banco Holandés, pero también es utilizado por el BBVA en Latinoamerica. La intención es disminuir las comisiones bancaras y el uso de efectivo, que tiende a desaparecer. A continuación este trabajo periodístico.
Sólo cuando sube el precio de la gasolina, se plantean alternativas al coche. Sólo cuando se dispara el coste de un hotel, se asume el intercambio de casas como una fórmula práctica para viajar, y sólo cuando se limitan las posibilidades de utilizar gratis una red de más de 49.000 cajeros automáticos, aparecen fórmulas para evitar las comisiones bancarias.
Posiblemente, al banco holandés ING y sus tres millones de clientes, probablemente los más abiertos a la innovación en servicios financieros en España, les tocará en unos meses situarse otra vez en vanguardia. La entidad estudia alternativas como el debit card cashback, fórmula para disponer de dinero de una cuenta acudiendo a un comercio en lugar de un cajero. La entidad vive desde enero con la presión que le aplican sus competidores con redes de oficinas.
En concreto, la presión llega a través de los cajeros automáticos y la resistencia de comercios y clientes a enterrar definitivamente el efectivo como medio de pago. Por contrato, ING asume por sus clientes las tasas que cobran los bancos propietarios de los cajeros a quien extrae dinero de sus máquinas. Hasta el año pasado, pagaba alrededor de 24 millones de euros por las operaciones en las redes de otras entidades. Pero desde enero, a raíz de la ruptura del sistema de tasas de intercambio promovido por CaixaBank, esas comisiones han llegado a triplicarse para usuarios ajenos, disparando el coste del servicio y poniendo a bancos, como el holandés, en la tesitura de cargar con los costes o aplicar comisiones y arriesgarse a perder clientes.
La primera alternativa de ING fue llegar a acuerdos con otros bancos para rebajar el coste de las comisiones que sigue asumiendo por parte de sus clientes en 44.000 cajeros.
Pero, al parecer, el coste sigue siendo excesivo y la distribución de cajeros con comisiones rebajadas en todos los puntos de España, insuficiente. De modo que toca pasar a alternativas menos convencionales pero igual de eficientes. Si no es otro banco, ¿quién dispone de una caja con efectivo y acceso a las cuenta corriente de un cliente de ING que quiera disponer de 50, 90 ó 200 euros en billetes?
El banco holandés ha abierto conversaciones con grandes superficies, estaciones de servicio y cadenas de restauración para que sus clientes puedan sacar dinero en sus cajas. El sistema, que multiplicaría su red, consistiría en cargar gasolina en una estación de Galp o Shell; hacer la compra en un Carrefour o salir a cenar en determinadas franquicias y, al pagar con la tarjeta de débito, añadir a la factura la disposición de efectivo que se desea.
‘Bancarizar’ zonas rurales
El sistema es también utilizado por entidades españolas como BBVA en toda Latinoamérica y, especialmente, en México con un total de 20.450 puntos de servicio que incluyen desde farmacias a distribuidores como Walmart y en los que las condiciones varían: existen comisiones que cargan al usuario, pero si se consume un mínimo en el comercio no hay comisión. El banco no cobra. «Se firman contratos de prestación de servicios con pequeños comercios y las operaciones se hacen a través de TPVs. Es una fórmula que ayuda abancarizar zonas rurales porque te permite llegar a lugares que no alcanzas», explican en BBVA.
Aunque el Banco de España deberá autorizar que los comercios se conviertan en una alternativa a los bancos en la circulación de dinero, la fórmula no es nueva y de hecho se aplica ya en Holanda, Alemania o Irlanda, donde las disposiciones de efectivo en pubs y comercios están eximidas de las tasas que sí gravan con cinco euros al año estas operaciones en los cajeros.
El Gobierno irlandés justificó esta decisión en octubre como una vía para reciclar a mayor velocidad el efectivo en circulación ya que considera que sus ciudadanos son excesivamente aficionados al dinero contante y sonante. Un 60% de las transacciones de consumo se realizan en efectivo, lo que lleva a los irlandeses a retirar de los cajeros en un solo mes lo que los daneses retiran en todo un año.
¿Por qué los bancos quieren acabar con el efectivo?
Reducir al mínimo la circulación de efectivo en la economía es un horizonte que las entidades financieras ven probable y para el que el teléfono móvil y las redes sociales son una gran herramienta. El último caso es la puesta en marcha por parte de Bankinter del primer servicio de banca por Twitter en España, a través del cual tanto clientes como no clientes podrán recibir alertas y realizar consultas. No es posible pagar o cobrar a través de la red social, aunque supone un gran avance en la banca por móvil. Ofrece alertas sobre actividades bancarias, notificaciones en tiempo real del uso de tarjetas en comercios y cajeros, movimientos de cuenta y depósitos, avisos del abono de la nómina o de cargo de recibos, ejecución de órdenes de Bolsa o de inversiones delegadas, así como un servicio de localización de las oficinas y cajeros del banco más cercano a la ubicación del cliente. Los motivos por los que los bancos apuntan en esta dirección son varios. El más lógico, el de convertirse en intermediario imprescindible para todo tipo de cobros y pagos, incluso los más pequeños. La inmediatez, la facilidad y el registro de todas las operaciones, incluso las inferiores a 2.500 euros permitidas legalmente, serían el incentivo para que tanto ciudadanos como administraciones lo promoviesen. Además, las entidades financieras tienen otros motivos para reducir su red de cajeros en España que es de las más extensas de Europa y como en todos los países cumple una función esencial de distribución en el ciclo del dinero en efectivo. Un estudio de la consultora Deloitte cifra el coste operativo de distribuir efectivo en todo el mundo en 300.000 millones de dólares anuales mientras que, para Europa, PwC cifra la cantidad en 84.000 millones de euros derivados de la propia tecnología de las máquinas, la logística, la seguridad… añadiendo que los bancos mueven y apilan en los cajeros, como media, un 40% más efectivo del exigido cuando un 15% o un 20% más bastaría. Claro que, para desterrar el efectivo, seguramente, hará falta algo más que tecnología y redes sociales. Probablemente, cuando los comercios encuentren que el coste por cobrar en metálico es igual o superior al de hacerlo a través de una tarjeta de débito o de crédito, el efectivo realmente será un medio de pago minoritario.