La era de Dilma Rousseff ya es historia en Brasil. El ‘impeachment’ se concretó este miércoles con los votos de 61 senadores contra 20 (eran necesarios un mínimo de 54 votos) y decretó la «pena de muerte política» de la ya ex presidenta, reelegida en 2014, que ha calificado la destitución como un «golpe» antidemocrático.
Rousseff, sin embargo, no ha quedado inhabilitada para ocupar cargos públicos en el futuro. En esta segunda votación, 42 senadores se inclinaron por inhabilitar a Rousseff, 36 votaron a favor de mantenerle los derechos y hubo 3 abstenciones, por lo que no se alcanzaron los dos tercios (54 votos) necesarios para aprobar la moción.
Para los congresistas que votaron en su contra, primero en la Cámara de los diputados y ahora en el senado, las maniobras fiscales realizadas por Rousseff en 2015 constituyen un crimen de responsabilidad y perjudicaron a las cuentas públicas del país.
El ‘caso Petrobras’, el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil, es no obstante uno de los motores del cese de la mandataria y el que le dio alas de legitimidad en las calles. El gobierno interino de Michel Temer, que estará al frente del país hasta 2018, también está manchado por la trama de pagos ilegales repartidos entre cargos políticos de varios partidos, incluido el PT, directivos de la petrolera Petrobras y ejecutivos de las constructoras de las obras públicas cuyas concesiones fueron amañadas.
Tercer proceso de destitución en el país
El ‘impeachment’ de Rousseff, aprobado por la Cámara el pasado mes de abril y al que el senado dio continuidad en mayo, es el tercero abierto en la historia de Brasil.
El primero, en 1954, derivó en el suicidio del presidente Getulio Vargas mientras que el segundo, en 1992, primero del actual periodo democrático, forzó la dimisión de Collor de Mello ante una gran oposición en las calles. Rousseff, por el contrario, aguantó en su cargo hasta el final del proceso, que da pie a un nuevo gobierno del PMDB sin haber ganado nunca unas elecciones directas, algo que no hizo José Sarney en 1985 ni tampoco Itamar Franco cuando asumió el mandato dejado por Collor.
En la noche del pasado martes, mientras en Brasilia se celebraba una sesión que se alargaría hasta la madrugada con los discursos de 42 senadores, en Sao Paulo se registraron enfrentamientos violentos entre la policía y manifestantes contra el proceso de ‘impeachment’. Algunos individuos llegaron a responder con piedras y prendieron fuego a mobiliario público después de que los agentes lanzaran bombas de gas lacrimógeno. Hasta 3.000 personas acudieron a la protesta, según los activistas que organizaron el acto.
La última fase del ‘impeachment’ a Rousseff, dirigida simbólicamente por el presidente del Supremo Ricardo Lewandoski, arrancó el pasado jueves y acumuló más de 70 horas de debate y discursos de acusación y defensa. Entre ellos, destacaron los llantos de la abogada Janaína Paschoal, una de las denunciantes de las irregularidades fiscales de la ex mandataria, que llegó a atribuir a Dios el proceso de ‘impeachment’ y pidió disculpas a Dilma por defender su cese, asegurando que lo hizo también «por el bien de las nietas» de la propia ex presidenta.
El senador Collor de Melo, que fue víctima de ‘impeachment en 1992, recordó la «tristeza» que supuso su cese y profirió un discurso confuso que no dejaba muy claro su posición con respecto a Rousseff, con la que se reunió hace unos días. Aécio Neves, líder de la oposición y ex presidenciable del PSDB que perdió en el segundo turno de las presidenciales de 2014, aseguró que Rousseff utiliza «los votos que recibió como justificativo para los actos que tomó» y aseguró que haber sido elegida «no es un salvoconducto». El Mundo de España