CCD | América Latina es una zona con una incidencia media-alta del fenómeno de la corrupción. Además, existe una gran heterogeneidad de casos en la región ya que hay países con bajos niveles de corrupción como Uruguay o Chile y otros con índices altos como Venezuela.
Esta es una de las conclusiones del informe La Corrupción, El Talón de Aquiles de las Democracias Latinoamericanas, elaborado por Desarrollando Ideas y en el cual se analizan los los principales casos de corrupción de Latinoamérica y se explican los efectos que tiene la corrupción en la región, así como algunas pautas para mejorar la situación. Clic sobre la imagen para leer el informe completo
De acuerdo a esta investigación, la situación de mayor deterioro se da en países como Honduras (puesto 126 con 29 puntos), Nicaragua (puesto 133 con 28 puntos), Paraguay (puesto 150 con 24 puntos) y Venezuela (puesto 161 con 19 puntos) que tienen indicadores inferiores a 3,
Asimismo, se expone que la corrupción está relacionada con una legislación desactualizada, una institucionalidad débil, un acceso deficiente a la información pública, una participación ciudadana escasa, con la existencia de conflictos de interés y por la impunidad.
En el año 2015 y en este 2016, la corrupción ha cobrado una gran notoriedad en América Latina y relevancia por la magnitud de los casos que han salido a la luz. Una corrupción que sigue muy presente aún en esa región pese a que muchos aspectos han cambiado sustancialmente, en los últimos años en los que se ha creado un entramado institucional que, con sus defectos y sus virtudes, sus fortalezas y debilidades, sirve para controlar y perseguir la corrupción.
La persistencia de la corrupción en América Latina es una de las grandes amenazas que afrontan las democracias de la región porque daña la institucionalidad democrática y a uno de sus principales pilares, el sistema de partidos. En América Latina, no solo son abundantes los casos de corrupción sino que existe una extendida percepción social de que esa corrupción es de alta intensidad. Esta renovada percepción de la corrupción se une a una coyuntura desfavorable marcada por la ralentización o crisis que profundiza los problemas sociales. Esta combinación de elevada percepción de la corrupción, crisiseconómica y malestar social supone un misil en la línea de flotación de los sistemasdemocráticos de la región.
Esta nueva oleada de escándalos de corrupción que se está dando en América Latina se produce tras 15 años en los que han cambiado profundamente las sociedades latinoamericanas, las cuales han pasado a ser sociedades más urbanas y más de clases medias con su propia agenda. Más activas y empoderadas, esas clases medias exigen mejores servicios públicos, seguridad y transparencia.
Para combatir eficazmente la corrupción se necesitan tres componentes: un aparato institucional fuerte, un cuerpo legal sólido y una clara y decidida voluntad política para luchar contra ese flagelo. Y eso es así porque estas tres características se convierten en valladares contra esas malas prácticas y en desincentivos de las mismas.
La corrupción es, finalmente, una conducta racional que responde a determinados incentivos. Por lo tanto, la existencia de leyes anticorrupción y de instituciones que hagan cumplir y apliquen esas normas se antoja como clave a la hora de combatir las malas prácticas. Se trata no solo de construir instituciones más sólidas, independientes y efectivas sino sobre todo con real capacidad sancionadora y respaldadas por una voluntad política para cumplirlas.
Con información de NotiAmerica.com