CCD | Joelvis Quijada, de un mes, y Santiago Velásquez, de tres, fallecidos esta semana, ya son cuatro los niños que han muerto de hambre en San Félix desde que comenzó 2017. Los últimos tres, por cierto, han sido en menos de una semana, la misma semana en la que, por cierto, la Gobernación de Bolívar y la Alcaldía de Caroní han puesto sus empeños sobre las fiestas de Carnaval y sus silencios sobre este tipo de casos.
En el hospital de Guaiparo no dio tiempo para que médicos y enfermeras pensaran mucho en la muerte de Orangelis Figuera, de siete meses, el domingo en la noche. No les dio tiempo porque debían vigilar la salud de varios pacientes con la misma enfermedad de la niña, especialmente a dos de ellos, que también estaban en peligro de muerte.
La enfermedad que mató a Orangelis fue la desnutrición, y dos días después, a la lista de pacientes se sumaron dos bebés: Santiago Velásquez, de tres meses, y Joelvis Quijada, de un mes. Lo que más temían los especialistas se cumplió: los dos se murieron. De hambre, también. Santiago, el martes 31 de enero. Joelvis, el miércoles 1 de febrero.
Ambas historias tienen los mismos elementos: familias numerosas, miseria, y dietas similares: nada de leche materna y mucha maicena. Ambas tuvieron el mismo final.
“Solo para medir barrigas”
El seguimiento estatal a los casos de desnutrición se ha diluido en un contexto en el que la comida regulada es un asunto del pasado y la consecución de productos alimenticios, un tema de simpatías partidistas.
César Dommar, pediatra egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y exjefe del Servicio pediátrico Menca de Leoni, explica que a todo esto se suma un tercer elemento: la desconfianza.
“El seguimiento debe hacerse, pero el Estado abandonó esas políticas. Entonces, la gente desiste de ir a los controles porque no hay vacunas o insumos. Los programas de atención a las embarazadas únicamente quedó para medir barrigas y más nada. Ya no les dan ningún tipo de proteínas ni productos lácteos”, explica.
Las formas de alimentar deja mucho que desear por desconocimiento materno y por disposición económica. Sabemos que si no hay lactancia materna, hay fórmulas, pero las fórmulas o son muy costosas o están escas”. César Dommar, exjefe del Servicio pediátrico Menca de Leoni. |
Recuerda, por ejemplo, que en Ciudad Guayana “los niños con desnutrición de tercer grado, obligatoriamente, iban al centro de recuperación nutricional en Vista al Sol y les daban productos derivados de proteína pura”.
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Ese mismo contexto de escasez de comida ha determinado, en buena parte, las muertes por hambre, tanto en el estado Bolívar como en Venezuela: las familias prefieren invertir el tiempo comprando comida que en una consulta médica en un centro público. ¿Acudir con la duda de si habrá o no medicinas, como ocurre generalmente en estos tiempos? Para muchos, no merece la pena.
“Hay otro elemento que origina el problema: nosotros somos, en América Latina, el primer país en cifras de embarazos precoces. Las formas de alimentar deja mucho que desear por desconocimiento materno y por disposición económica. Sabemos que si no hay lactancia materna, hay fórmulas, pero las fórmulas o son muy costosas o están escasas”.
Declaración impostergable
La declaración de crisis alimentaria, de acuerdo con los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en varias regiones venezolanas, es impostergable, precisa la directora ejecutiva de Cáritas Venezuela, Janeth Márquez de Soler.
“En varias parroquias, la tendencia es alta con los números que se mueven con los porcentajes de la OMS: si la desnutrición aguda está en 10%, hay alarma; si es 15 por ciento, se trata de crisis; en menos de 30 por ciento, emergencia; y en más de 30 por ciento, hambruna. En varias zonas hay una alarma y hay que intervenir. Vargas, por ejemplo, está en crisis: está en 15 por ciento”, detalla.
¿Por qué la urgencia? La consecuencia, ya se ha dicho, puede ser una generación de venezolanos enfermos: “En los dos primeros años es donde se forman el cerebro y las capacidades, y de ahí no hay vuelta atrás. Las secuelas son: muerte rápida por cualquier enfermedad, rezago escolar y rezago productivo: la gente no tiene posibilidad de entrar en temas de desarrollo y producción. Y la última secuela, por supuesto, es la muerte”.
En esos casos están, en menos de un mes, los nombres de Keiner Cardozo, Orangelis Figuera, Santiago Velásquez y Joelvis Quijada. Sus historias se unen hoy, 2 de febrero de 2017, 18 años después de que Hugo Chávez, en el discurso de su primera toma de posesión, criticó: “La mortalidad infantil está llegando al 15% de niños que mueren y la causa de su muerte: desnutrición”.
Mientras tanto, Gobernación de Bolívar y Alcaldía de Caroní, esta misma semana, anuncian los preparativos para los carnavales de 2017.
Fuente: Correo del Caroní