CCD Javier Torres, antropólogo peruano y activista de derechos humanos, estuvo recientemente en Venezuela para reunirse con sus colegas de las organizaciones del país y compartir la experiencia de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos del Perú (CNDDH) en la resistencia contra la dictadura fujimorista. Torres es directivo de la ONG Servicios Educativos Rurales y es analista político para la revista Poder y el portal Lamula.pe.
En el año 2012, cuando se inició el juicio contra Alberto Fujimori, era el Secretario Ejecutivo de la CNDDHH, desde donde se promovió una estrategia jurídica y de movilización ciudadana para lograr ponerlo bajo la justicia.
– ¿Cuáles son las principales semejanzas entre los gobiernos de Nicolás Maduro y Alberto Fujimori?
– Son muchas. Para que haya democracia en un país tiene que haber separación de poderes, prensa libre, tienes que tener elecciones libres. Hay otros elementos, pero estos son los fundamentales. Tanto en el Perú de Fujimori como en la Venezuela de Maduro no hay separación de poderes. Las leyes de excepción que se van dando, las mismas modificaciones o violaciones que estos gobernantes realizan, configura un escenario dictatorial, allí hay una clara semejanza.
Lo otro tiene que ver con un tema de libertad de expresión, que es un factor que tiene que darse bajo determinadas condiciones. El hecho que haya elecciones no garantiza que exista una democracia si el sistema electoral no cumple con los deberes mínimos que deben tener, por ejemplo los calendarios electorales. Un sistema electoral tiene que ser previsible y no debe estar sometido a los caprichos del rol ejecutivo, que es un poco que pasa en Perú y lo que uno percibe en Venezuela. Me parece que lo que tenemos aquí es una dictadura como la que sufrimos nosotros.
Lamentablemente hay sectores que no aceptan esta visión porque hay una perspectiva demasiado conservadora para calificar una situación como “dictadura”. El poder y el Estado pueden funcionar pero no necesariamente son autónomos, que exista un poder judicial no quiere decir que la ley sea igual para todos. En ese sentido hay un trato a la oposición venezolana que no responde a estándares mínimos.
– ¿Cuáles piensas que son las principales diferencias?
– A pesar que son regímenes totalitarios hay unas diferencias claves en cada contexto. El gobierno de Fujimori fue un régimen que privatizó todo salvo el servicio del agua, se entregó el tema minero a transnacionales. En el caso Venezuela sucede lo contrario, ahí es diferente porque su lógica ha sido la nacionalización de las empresas y los espacios. Todo está supeditado a los momentos económicos que atravesaron cada uno de los países.
Hay una similitud en que ambos tienen una lógica extractiva, básicamente el concepto es extraer el recurso y sacar provecho, pero el problema central está en la dependencia, razón por la que descuidas todo el aparato productivo.
Dictaduras modernas
– ¿Encontraron resistencia entre los movimientos sociales, sobre todo en los del Cono Sur, para catalogar al gobierno de Fujimori como una dictadura?
– Las dictaduras también aprenden y se sofistican en sus métodos. En el caso peruano, debido a las características de una apuesta privatizadora, no hubo una resistencia a esa concepción. Fujimori había cerrado el Congreso y luego hubo una elección con denuncias de fraude. Al año siguiente ya estaba interviniendo el Tribunal Constitucional.
Incluso en el caso de Perú, para 1990 ó 1991, lo que tenemos es la construcción de un recurso que va a reafirmar ese golpe: el discurso fujimorista era un discurso totalmente antipolítico, absolutamente en contra de la búsqueda del consenso. Era un discurso que se apoyaba en decir que la política no sirve para nada, la democracia no sirve, hay que ser pragmático, se empezaba a justificar la acción de la privatización.
En la sociedad civil peruana no hubo un gran debate en torno a la consolidación de la dictadura, como si puede haberlo en el caso Venezuela, donde creo que tiene que ver sobre cómo es percibido el régimen desde otros espacios. En otros países se le percibe como un gobierno de izquierda que ha generado programas sociales. Por allí viene más el tema, de actividades ideológicas que van generando esa resistencia a denominar la dictadura.
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