CCD La hora de la siesta fue interrumpida por 30 segundos de disparos en uno de los barrios residenciales más exclusivos de Asunción del Paraguay, el pasado 25 de octubre. Ráfagas de tiros desde una camioneta a otra sacudieron la tranquilidad de la calle. El vehículo agresor escapó. En el otro, que seguía acelerando contra un árbol cuando llegó la policía, quedaron muertos un hombre de 28 años y su hijo de 5. “Un niño está ahí”, dijo con las manos en la cabeza el primero que llegó al lugar. El suceso fue un ajuste de cuentas entre bandas narcotraficantes rivales. El objetivo era William Giménez Bernal, a quien los sicarios no alcanzaron a tocar, pero que se suicidó con un tiro en la sien con su propia pistola al ver a su hijo muerto, según la investigación.
La Policía dijo que Bernal había visitado en la cárcel cinco veces y en pocos días al brasileño Jarvis Chimenes Pavão, señalado como uno de los principales jefes del narcotráfico en la frontera con Brasil. En enero de este año, una pareja de brasileños que también había visitado a Pavão fue acribillada por sicarios en Asunción. “No nos van a marcar la hoja de ruta ni criminales ni grupos armados”, dijo el presidente paraguayo Horacio Cartes en uno de sus primeros actos oficiales tras asumir su mandato en agosto de 2013. Cuatro años después de esas declaraciones, el Presidente tiene motivos para estar preocupado.
El índice de homicidios en el departamento paraguayo de Amambay, frontera con Brasil y por donde discurre gran parte del narcotráfico de Suramérica, fue en 2014 de 66,73 casos por cada 100 mil habitantes, cifra cercana a la de Honduras, el país que lidera el ránking mundial. La tasa es además muy superior a la media de Paraguay, ubicada el año pasado en 7,98 homicidios por cada 100 mil habitantes, según informó entonces el ministerio del Interior. Las ciudades paraguayas ubicadas en la frontera con Brasil, como Pedro Juan Caballeo, Capitán Bado y Ciudad del Este, eran el escenario habitual de estos ajustes de cuentas. La novedad es que la sangre ha llegado ahora hasta Asunción, la capital del país.
Una frontera caliente
El país del tereré, como los paraguayos llaman al mate con con agua fría, es también el principal productor de América del Sur de otra hierba: la marihuana. Desde hace varias décadas abastece con miles de hectáreas de cultivos ilegales al mercado negro de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile y hasta Uruguay. El kilo de marihuana que puede costar 1.000 euros en Chile o el norte de Brasil, en cualquier plantación rural paraguaya cuesta cinco euros, según datos de la Secretaría Antidrogas de Paraguay (Senad). El 80% de la producción se dirige a los más de 200 millones de habitantes de Brasil. Por eso hay mucho interés en la frontera por parte de los grupos criminales que dominan su venta en Río de Janeiro, Sao Paulo y otras grandes ciudades brasileñas.
Bandas brasileñas como el Comando Vermelho (Comando Rojo) o el Primeiro Comando da Capital (PCC) se disputan el control de las rutas de tráfico y de los centros de acopio aprovechándose de la mano de obra semiesclava de campesinos paraguayos que producen la marihuana, explica a EL PAÍS el fiscal general adjunto antisecuestro y antiterrorismo de Paraguay, Alejo Vera. “La mayoria de estos delincuentes son fugados de las penitenciarias de Brasil, pasan la frontera porque es muy permeable. Es una frontera seca. En muchos casos apenas una calle o un camino. No es un control muy estricto, de manera que es muy fácil trasponerla, tanto de Paraguay hacia Brasil como de Brasil hacia Paraguay”, dice Vera.
La frontera es también la zona de paso habitual de la pasta base de coca boliviana y precursores químicos que se trasladan hasta laboratorios cercanos a puertos para convertirla en cocaína que luego se envía a África y Europa. “Las bandas del PCC y el Comando Vermelho están obsesionadas por el control de esta frontera. Es la zona donde están las mayores plantaciones de marihuana y es un corredor de la cocaína boliviana, peruana y colombiana”, dice Cándido Figueredo Ruiz, el corresponsal del diario paraguayo ABC Color en Pedro Juan Caballero.
Guerra entre bandas
Según Figueredo, se avecina una guerra más violenta entre ambas bandas, que esperan que Jarvis Chimenez Pavão sea extraditado a Brasil y allí asesinado: “Jarvis, aunque está en la cárcel, sigue teniendo mucho peso aquí. Por los narcos están convencidos de que irremediablemente será trasladado a Brasil y que posiblemente no dure ni dos meses antes de ser asesinado en la cárcel por sus enemigos, quienes ya están asesinando a hombres de su primer anillo”.
En abril pasado, hubo un gigantesco asalto a la sede de la empresa de caudales Prosegur en Ciudad del Este, donde participaron unos 60 hombres con ametralladoras. Se robaron 11 millones de euros, en el que fue considerado el golpe más grande de la historia de Paraguay. La Fiscalía lo atribuyó al PCC. Los partidos de la oposición denuncian que el último asesinato en Asunción muestra que esas organizaciones se han trasladado ahora a la capital y que cada vez controlan más zonas del país.
El gobernante Partido Colorado y el ministro del Interior, Lorenzo Lezcano, no están de acuerdo con las voces de alarma. Dicen que su lucha contra el crimen organizado da cada vez mejores resultados y que las denuncias de la oposición no son más que una “campaña de oportunismo político de cara a las internas”. Los partidos políticos paraguayos celebran el próximo 17 de diciembre elecciones primarias para escoger candidato presidencial.
Con información de El País de España