CCD No hubo paz después de la muerte para Lisbeth Andreína Ramírez Mantilla ni para su familia. Tras cinco días de espera, finalmente el cuerpo de la única mujer que falleció en la llamada “Masacre de El Junquito” junto al excicpc Óscar Pérez, salió de la morgue de Bello Monte en Caracas para ser sepultado contra la voluntad de sus deudos en un entierro improvisado.
Desde la 2:00 p.m. de este sábado 20 de enero, los dolientes aguardaban en el Jardín Metropolitano El Mirador, cementerio ubicado en las afueras de San Cristóbal, estado Táchira, por la llegada de los restos mortales de la enfermera, pero seis horas después, a los periodistas locales que se encontraban en el lugar les confirmaron que la espera había sido infructuosa, pues no llevarían el cadáver de la joven allí sino a otro destino.
A varios kilómetros de distancia, en el cementerio La Consolación en el sector Boca de Caneyes del municipio Cárdenas, en cuestión de minutos se había dispuesto de un lugar para realizar el sepelio con estaban en desacuerdo los familiares, pues les impidieron realizarlo bajo el rito cristiano evangélico, que es la religión que profesan.
No obstante, al igual que como ocurrió con Abraham Agostini Agostini y José Díaz Pimentel en la capital, el entierro se efectuó, ya pasadas las 9:00 p.m. y apenas iluminados con algunos bombillos, lograron sepultar el féretro en medio del dolor por esta trágica muerte, no sin manifestar su repudio a las circunstancias en las que perdieron a una integrante de su familia: una operación militar ejecutada por cuerpos de seguridad del Estado.
Con información de Efecto Cocuyo