Venezuela 2017: 365 días consumidos por el hambre

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Foto Cortesía - La Verdad

CCD El año 2017 quedará marcado en el recuerdo, en los estómagos y en la vida de los venezolanos. La incapacidad de adquirir los alimentos y no encontrarlos, terminó pasándoles facturas desde los físico hasta lo mental.

En 2017 la inseguridad alimentaria penetró todos los sectores de la sociedad dejando a su paso coletazos de hambre, sufrimiento, angustia y muerte. Padres y madres “alimentaron” a sus pequeños con agüita de tubérculos y buena parte de la población modificó su tradición culinaria para adaptarse a la disponibilidad del entorno.

La yuca, auyama, ocumo, ñame, plátano y maíz, utilizados en otrora como acompañantes, se transformaron en protagonistas en los platos; igual que mangos, nísperos, cambures o melones. “Desaparecieron” las proteínas económicas, en su momento, como el huevo y el queso, y la carne, pollo o pescado quedaron solo en el recuerdo. El pan nuestro, ya no es de cada día en Venezuela por sus altos precios y la dieta se redujo negativamente. Es “monótona y poco balanceada”, según Marianella Herrera, directora del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS).

La crisis alimentaria ocasionó, y día tras día aumenta esta tendencia, dificultades para que los niños entiendan lo que leen y que los adultos descuiden enfermedades que padecen, por atender otras de resiente data vinculadas a lo que comen o dejan de consumir.

La ingesta de calorías se fue a pique y algunos grupos ingieren menos de 500 al día cuando lo normal son aproximadamente dos mil 300. Otros consumen entre mil y mil 200 calorías al día, mientras un grupo reducido supera las dos mil.

Holocausto venezolano

En medio de la falta de disponibilidad y acceso a los alimentos, además de la alteración de su utilización, aumentó desproporcionadamente la mortalidad por diabetes y enfermedades cardiovasculares.

También se elevaron las posibilidades de que los niños sufran patologías a futuro y de acuerdo a especialistas, “la mayoría de los venezolanos tendrán problemas de malnutrición”.

Todos los indicadores “dramáticos” del año pasado incrementaron, como la cantidad de hogares venezolanos en los que existe inseguridad alimentaria que era 93,3 por ciento y el número de personas que ingieren dos o menos comidas al día que en 2016 casi alcanzó los 10 millones, “sin que se tomaran acciones”.

Estefanía Mendoza, Coordinadora de Planificación de la ONG Mulier, comentó que el escenario venezolano es “nefasto” y afecta especialmente a las madres debido a que les cuesta conseguir trabajos cuando tienen hijos que cuidar.

Las consideran “vagas” si se quedan en casa para hacerlo y “malas madres” si salen a laborar para asegurarles los alimentos a sus pequeños. Mendoza detalla que es “muy fuerte” asimilar que el niño ya no pueda llevar para el kínder una galletica o tenga que desayunarse una arepa sola.

“Como la sociedad asume que cuidar a los hijos es tarea de la madre, sobre ella recae el estigma social de lo que tenga sus hijos y no sobre los padres que dejan de aportar o abandonan a sus familias”.

Más allá de daños físicos, la inseguridad alimentaria trastocó la salud mental de los venezolanos y gradualmente modificó sus actitudes y lo que sintieron. La psicóloga Irma Peña explica que la población se conectó con la situación de carencia y sentir que no pueden adquirir los alimentos, ocasionó angustias existenciales, malestar, e incluso miedo. “Se sienten malos padres. Emplean energías buscando comida y se agotan, pero lo peor es cuando caen en cuenta de que no obtienen resultados pese a todo lo que hacen. Luego aparece la desesperanza aprendida que es un estado en el que se siente indefensos, creen que no tienen control sobre la situación y piensa que cualquier cosa que hagan será inútil”.

Diario La Verdad

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