CCD La lucha contra la corrupción en China se cobró hoy su pieza de mayor renombre con la condena a cadena perpetua de Sun Zhengcai, considerado hasta hace un año como un posible sucesor del presidente Xi Jinping.
Sun, de 54 años, recibió la sentencia del Tribunal Popular Intermedio de Tianjin (noreste), por aceptar sobornos valorados en unos 170 millones de yuanes (27 millones de dólares, 22 millones de euros).
Hasta su caída en desgracia, en julio del año pasado, Sun era primer secretario del Partido Comunista (PCCh) en la región de Chongqing y antes había sido ministro de Agricultura.
Debido a su condición de líder regional del Partido en una zona clave y a que era uno de los miembros más jóvenes del Politburó de la formación comunista, Sun era considerado de forma unánime por los observadores como uno de los grandes favoritos a acceder a puestos de relevancia a nivel estatal en el XIX Congreso del (PCCh) de octubre pasado, informó EFE.
La sentencia dictada hoy supone también que Sun será privado de sus derechos políticos de por vida, todas sus propiedades personales han sido confiscadas y sus ganancias ilegales -y la rentabilidad obtenida con ellas- serán recuperadas por el Estado.
Sin embargo, varios observadores extranjeros consideran que la caída en desgracia de Sun ha tenido también una raíz política, al ser miembro de un clan rival del de Xi Jinping.
«La corrupción en este caso es una excusa, la auténtica razón es política. Sun era un protegido de (el exprimer ministro) Wen Jiabao», por lo que «no es un hombre de Xi y era peligroso» para el presidente por ser miembro de una generación más joven de líderes, explicó a Efe Jean-Pierre Cabestan, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Baptista de Hong Kong.
Agregó que la caída de Sun «confirma que la campaña anticorrupción de Xi apunta también a cualquier potencial rival político y a debilitar a otras facciones del PCCh», por lo que supone «un aviso claro a otros líderes que no siguen la línea de Xi».
Cabestan consideró que las especulaciones que colocaban a Sun como un futurible aspirante a presidente eran un poco exageradas, y le situaba más bien como candidato a primer ministro.
La condena contra Sun podría haber sido más grave (existe la pena de muerte para estos delitos) pero el reo «admitió su culpa, mostró arrepentimiento y señaló que aceptaría sinceramente la sentencia de los tribunales», según informaron las autoridades al comienzo del juicio que comenzó el pasado 12 de abril.
Añadieron que «la ambición política (de Sun) y sus deseos egoístas se exacerbaron», lo que llevó a esta antigua estrella emergente de la política china a «romper la disciplina del Partido y corromperse».
Con la caída de Sun, Xi podrá seleccionar a uno de sus hombres de confianza jóvenes, como Chen Miner, elegido en el último congreso del PCCh como posible delfín del presidente, consideró este veterano experto en política china.
El juicio a Sun se enmarca en la campaña anticorrupción iniciada por Xi desde su llegada a la presidencia en 2013, que se ha saldado con castigos a más de un millón y medio de altos cargos del Partido Comunista, entre ellos algunos de los más poderosos responsables políticos y militares de la pasada década.
Hasta ahora, el «tigre» corrupto más notorio en caer en esta campaña había sido el poderoso exministro de Seguridad Pública Zhou Yongkang, condenado a cadena perpetua en 2015.
El caso de Sun no es el primero que se produce en Chongqing, zona de gran importancia económica, donde Bo Xilai, exministro de Comercio de China y a quien sucedió el propio Sun como secretario general del partido en la provincia, fue condenado también a cadena perpetua por corrupción.
La esposa de Bo, por su parte, fue enviada a prisión de por vida acusada de asesinar a un empresario británico.
La condena a Sun fue divulgada en los medios estatales chinos, pero varios de ellos desactivaron en sus páginas de internet el sistema para ver los comentarios que escribían sobre el caso los lectores.