CCD Durante la madrugada del jueves 19 de julio, ocurrió un robo: desaparecieron todos los discos duros que contenían información sobre transacciones y movimientos de la “criptomoneda” del régimen chavista, Petro. Solo las memorias, no los equipos. Desaparecieron los que estaban en el centro clandestino de operaciones de la criptomoneda, ubicado dentro de un cuarto en la chavista Universidad Experimental Simón Rodríguez, en el este de Caracas.
Temprano en la mañana del jueves, la institución académica estaba llena de funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y de la policía política Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN). Los guardias de seguridad de la Universidad Simón Rodríguez fueron —y aún se mantienen— detenidos.
Llama la atención que se trataba de un centro clandestino, utilizado para controlar las operaciones de la presunta criptomoneda, creada por Nicolás Maduro para “fortalecer” la economía venezolana —pese a ser señalada por analistas y evaluadores de criptomonedas como una “estafa”—.
Como el ubicado en la Universidad Simón Rodríguez, pueden haber muchos más. Centros, enquistados en instituciones académicas o en edificios del Estado, destinados a manejar información sobre uno de los, quizás, mayores actos de corrupción en la historia de Venezuela.
El robo de la memoria que posee cifras, información y transacción delicada sobre el Petro, podría derivar en una importante filtración de datos. Peligrosos para el chavismo, y su narrativa de que su criptomoneda es eficiente, de que sirve para palear la crisis y de que ha permitido el respaldo a políticas sociales impalpables.
Lo que dicen:
Un trabajador de limpieza de la Universidad Simón Rodríguez, dijo a PanAm Post: “Fui a trabajar ese jueves. Me sorprendió ver la cantidad funcionarios que había. Estaban revisando a las personas y tenían detenidos a los de seguridad. Luego me enteré de que tenían un centro de procesamiento de información del Petro. Y es en una universidad”.
Un profesor, comentó: “Llevo más de diez años trabajando ahí. Y fue ese día que supe que, donde hacen las acreditaciones —es decir, un salón al que casi nadie va—, tenían todas esas máquinas. Pero no se las robaron. No se llevaron ni una sola computadora, que quizá podría tener más valor monetaria que los discos duros. En cambio se llevaron las memorias”.
Otro trabajador, dijo: “Lo que debería inquietarnos es que esto estaba ocurriendo acá en la universidad, a espaldas de todos los empleados. No se quiso que nadie supiera nada durante el tiempo que operaba el centro”.