El estudio realizado todos los años por PwC (CEO Success), sobre la duración y performance de los CEOs de las 2500 empresas más grandes del mundo, afirma que los directores que tuvieron que dimitir a sus cargos involuntariamente durante 2018 (89), se debió a partir de «fallas éticas» en un 39%, mal desempeño financiero en un 35% y por diferencia de ideas 13%.
Las renuncias por fallas éticas ha aumentado un 50% respecto al año anterior, y en relación a 10 años atrás, la mitad de los despidos se vinculaba con una deficiente performance financiera y tan sólo en un 10% con temas éticos.
¿Qué indican estos números?
Es posible que estas cifras se deban a una menor tolerancia y aceptación por parte de entes internos y externos a las corporaciones, que evalúan constantemente las acciones de las empresas y los CEOs especialmente, y detectan la mínima falta ética.
El monitoreo de la cultura corporativa se basa tanto en casos de fraude, corrupción o conflictos de interés, como en desastres medioambientales, situaciones de discriminación y acoso, hasta protección de privacidad de datos de usuarios y de transparencia en cadenas de valor.
Las empresas están obligadas en la actualidad a tomar decisiones sobre la permanencia de sus CEOs ante situaciones críticas, en cuestión de días o incluso horas, las cuales demoraban anteriormente semanas o meses.
Un vez que el número uno de una empresa es denunciado por alguna falta ética, resulta más factible despedirlo que mantenerlo en el cargo, aún inclusive si se trata de un veterano CEO exitoso y arquitecto decisivo en el desarrollo y crecimiento de la corporación.
Hay CEOs que pueden ser removidos del cargo por no saber gerenciar y mitigar un problema que se presente, quienes a pesar de no cometer una falta ética, pueden llegar a empeorar la crisis en lugar de solventar y mejorarla. En algunos casos se consideran acciones injustas por ser decisiones instantáneas sin investigaciones previas que las sustenten.