Tres mil 600 kilos en lingotes con etiquetas del Banco Central de Venezuela fueron retenidos en Entebbe, capital de Uganda, a unos 11 mil kilómetros de Caracas. Las barras doradas, fechadas en la década de los 40 del siglo pasado, formaban parte de las 7,4 toneladas de oro provenientes de Venezuela que aterrizaron en el país africano en marzo de 2019 para ser procesadas en la refinería African Gold Refinery Limited y posteriormente enviadas a Turquía, su destino final. La mercancía, valorada en 300 millones de dólares, fue decomisada por la Policía de Uganda bajo sospecha de contrabando al no ser declarada en los puntos oficiales de la aduana africana.
Investigación de Runrun, Connectas y el ICFJ
Pero tres semanas después de la incautación, el destellante cargamento que fuera tramitado por Goetz Gold LLC una empresa de origen belga radicada en Dubai, fue liberado por orden del fiscal general de ese país con la anuencia del propio presidente ugandés, Yoweri Museveni. Tras la liberación, se perdió el rastro de esos lingotes del BCV que llegaron al país africano en dos vuelos (1ero y 4 de marzo) de los aviones Boeing 777 de la línea rusa Nordwind Airlines procedente de Caracas.
Goetz Gold LLC es propiedad del magnate del oro Alain Goetz, quien también fundó la African Gold Refinery, que procesaría el cargamento en Uganda. El empresario ha sido señalado por organizaciones anticorrupción como The Sentry y Global Witness de formar parte de una red de tráfico de «oro de sangre», entendido como el metal precioso explotado en zonas conflictivas que financia crímenes, guerras y promueve la violación de los derechos humanos. El Grupo de Expertos de la ONU sobre la República Democrática del Congo también lo ha cuestionado por su poca transparencia para explicar las fuentes de suministros en ese país aquejado por la violencia asociada al negocio aurífero. Goetz ha negado a la prensa los señalamientos y en entrevistas ha remarcado que el “oro conflictivo no existe”. También ha dicho que ya se desmarcó de la refinería de Uganda al vender sus acciones “a una familia del Medio Oriente”, según declaró a De Staandard en abril de 2019.
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El caso de los lingotes decomisados en Uganda es solo un ejemplo de los subterfugios a los que ha recurrido el BCV para despachar el oro venezolano a compradores del mundo caracterizados por su opacidad, para burlar sanciones económicas y para «ayudar a Nicolás Maduro a continuar en el gobierno, como ha acusado Estados Unidos. Tras el desmantelamiento de la industria petrolera como principal fuente de ingresos de Venezuela, el gobernante se ha recostado del oro para obtener recursos alternativos y lograr liquidez en un contexto de sequía financiera y de hiperinflación, la mayor del mundo.