De acuerdo a un informe de El País, Paulo Paulino Guajajara, alias Lobo Mau (Lobo Feroz) y conocido como uno de los «guardianes del bosque», fue asesinado a tiros en la Tierra Indígena Arariboia, en el Estado de Maranhão, al noreste de Brasil. Paulino se encargaba de vigilar y denunciar las invasiones ilegales de la selva, una de las actividades más peligrosas en el país.
En ese momento se encontraba con Laércio Guajajara (líder indígena de la región), que logró escapar del ataque, aunque resultó herido. El pasado año murieron 20 líderes indígenas.
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«Ambos regresaban de un día de caza cuando se encontraron con una emboscada, unos hombres armados, probablemente cazadores o madereros», cuenta el mejor amigo de Paulino.
Los grupos indígenas son constantemente amenazados por invasiones, y a Paulino ya lo habían amenazado de muerte. Su asesinato provocó una conmoción inmediata entre las entidades de apoyo al medio ambiente. Paulo, un joven que dedicó su vida a la preservación de la selva y de su pueblo, estaba casado y tenía un hijo.
El guardián ya había empezado a negociar su entrada en un programa estatal de derechos humanos para reforzar su seguridad. «Desgraciadamente no ha dado tiempo», dice Sônia Guajajara, coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, e integrante del mismo pueblo de Paulo Paulino. Irónicamente, Sônia se encuentra ahora en Europa participando en una reunión con líderes y parlamentarios europeos para denunciar las muertes de indígenas en Brasil, bajo la campaña «Sangre Indígena, ni una gota más«.
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«Hay un genocidio institucionalizado. Hay una licencia para matar, para armar a la gente, aún más cuando los crímenes quedan impunes y cuando la máxima autoridad del país dice ahora que ya no demarcará las tierras, que pretende explotarlas, un discurso que favorece la oposición a los pueblos indígenas», apunta Sônia, en referencia al discurso del presidente Jair Bolsonaro.