El testimonio de la periodista mexicana Karina García Reyes para El País, relata cómo entre 2008-2012 el norte de México «vivió una de las épocas más inciertas y violentas en su historia»: Las balaceras, enfrentamientos entre cárteles y militares, que empezaron como acontecimientos esporádicos, terminaron siendo eventos frecuentes. Sucedían a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad.
Junto con la creciente violencia, el cártel de Los Zetas empezó a extorsionar a los negocios locales. Si no pagaban su «derecho de piso», atacaban su negocio o les secuestraban a algún familiar.
Poco a poco los negocios fueron cerrando y la paranoia aumentó debido a los mensajes que los narcos mandaban por redes sociales: «Esta noche no salgan porque va a haber balazos». Algunas veces estas amenazas resultaban ciertas.
Fue así cómo García decidió enfocar sus estudios hacia la violencia del narcotráfico, «canalicé mi frustración contra las políticas de seguridad de Felipe Calderón, presidente del país entre 2006 y 2012, a través de mi tesis de máster. Llevo siete años estudiando el tema.»
33 biografías de narcotraficantes
La tesis doctoral de la periodista sobre la violencia del narcotráfico, se basó en el «análisis de historias de vida» a través de entrevistas entre octubre de 2014 y enero de 2015, a 33 hombres que trabajaron en el narco. «Abordamos temas como su niñez y adolescencia, alcoholismo, drogas, vandalismo, su incursión y papel en el narco. Con el fin de entender el impacto de estas experiencias personales en la incursión de los participantes en el narcotráfico, estudié sus narrativas desde un punto de vista discursivo.»
Narcos: ni monstruos ni víctimas
Para empezar, hay que reconocer que los narcos son parte de nuestra sociedad. Están expuestos a los mismos discursos, valores y tradiciones que todos nosotros. Uno de los principales problemas en México es que el Gobierno sistemáticamente los discrimina al reproducir el discurso binario estadounidense «ellos» y «nosotros», «buenos» y «malos». Este discurso, además de ser absurdo en su extrema simplicidad, opaca los múltiples matices que revelan las causas de esta violencia.
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El análisis de las historias de vida de exnarcos arroja luz sobre dichos matices. Los participantes no se ven ni como víctimas ni como monstruos. Ellos no justifican su incorporación al narco como su «única opción» para sobrevivir, como muchos estudios académicos aseguran. Reconocen que entraron al narco porque, aun cuando la economía informal les permitía sobrevivir bien y mantener a sus familias, ellos querían «más», añade la periodista.