Julio Castillo Sagarzazu: La política es el arte de lo posible

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Julio Castillo Sagarzazu

Aquella consigna sesentosa que nos decía: «Seamos realistas pidamos lo imposible» estaba muy bien para los muros del Barrio Latino del París del 68, también para infundirnos ánimo en la soledad del camino como Florentino cuando silbaba para sentirse acompañado. Igualmente, para animarnos en el medio de una marcha o para arengar masas en un mitin cualquiera.

En estricto sentido, tomar nuestros deseos por realidades y creer que, porque deseemos algo y luchemos por ello, va a materializarse el deseo, es un viejo vicio de la política llamado «voluntarismo». Un ejemplo evidente de que «deseo no empreña» fue la derrota política y militar del castrismo en América Latina cuando, con la famosa consigna del Che en la Tricontinental, creyeron que, creando «dos, tres, muchos Vietnam», los pueblos iban a salir apoyar a unos muchachos alzados en las montañas. Regis Debray le dio rango de doctrina a esa política y la llamo el foquismo. Se resumía en una idea. «Si las condiciones para el seguimiento popular de la lucha armada no están creadas, el foco guerrillero puede crearlas».

¡Pamplinas!

Una buena ración de «Realpolitik» hemos recibido los venezolanos en medio de la gira de Guaidó por Europa y que continúa por Norteamérica con su llegada a Canadá. Veamos, cuáles son a nuestro juicio esas lecciones.

Primero. Se confirma el carácter de problema geopolítico mundial la situación de nuestro país. Esto nos diferencia de los problemas internos de otros países de la región y del mundo, cuya solución depende en mayor proporción de los factores internos en juego. Desde ese punto de vista, nuestra situación es más parecida a la del medio Oriente que la de Bolivia, por ejemplo. La culpa de esto fue de Chávez con sus amistades peligrosas y el contubernio con organizaciones calificadas de terroristas o delictuales por la comunidad internacional. El dinero sucio de Venezuela ha entrado en el circuito internacional y ha encendido todas las alarmas. Nuestra diáspora igualmente ha comenzado a ser un elemento de desestabilización importante en la región.

De manera entonces que, siendo Venezuela un problema geopolítico de esta magnitud, tendrá una solución acorde a esa naturaleza. Serán los intereses particulares de todas las naciones involucradas las que terminarán gravitando sobre nuestro país para provocar las condiciones para una salida que convenga a todos los involucrados.

Segundo. El presidente Guaidó ha hablado de la salida a nuestra situación con la mayoría de nuestros aliados importantes. En estricto sentido sus conversaciones han sido con los verdaderos «dueños de las cajas de los machetes». De manera que viene con una idea clara de cuáles serán los mecanismos de cooperación que estos aliados están dispuestos a poner en obra para ayudarnos a salir de la pesadilla. Ojalá que esto zanje el debate sobre lo que Guiadó debe pedir o no pedir a la comunidad internacional.

La cantinela tuitera inspirada en la conseja popular «pida mijo que uno no sabe si le van a dar» debería finalizar cuando tengamos una idea clara de la ruta que se ha acordado. Ojalá también que nadie se ponga más papista que el Papa y se sienta más enterado que el propio Guaidó de las verdaderas intenciones de los mandatarios. La lista de lavandería que todos los días le mandar a decir a Guaidó que les pida, debería cesar entonces.

Tercero. No hay duda de que una nueva etapa se está abriendo y ello no puede tener consecuencias solo el nuevo relato y las caracterizaciones que debemos hacer de la situación y que están descritas en los dos apartados anteriores. También, y sobre todo, deben tener un correlato en la reformulación de la plataforma unitaria que hemos venido construyendo.

En notas anteriores hemos dicho que la unidad no es un fin en sí mismo sino una herramienta para lograr objetivos concretos. Desde ese punto de vista no deben asombrarnos ni las rupturas, ni la falta de unidad total. Al final la misma naturaleza nos da el ejemplo de cómo la dialéctica de los enfrentamientos produce síntesis inevitables. Las mismas células experimentan el fenómeno de la división celular para mantener los tejidos y las excretas son una prueba de que los organismos están vivos. Ahora bien, existe una división y multiplicación celular que es anómala y que es la que origina los tumores cancerígenos. Esta es la que debemos evitar.

Las últimas semanas nos han dado una buena muestra de cómo nos podemos regenerar separando elementos indeseables. La fracción CLAP y la operación Alacrán nos han ayudado de deslindar campos. ¿Quedarán otros más agazapados? Es probable, el dinero sucio de los financistas del gobierno se ha propuesto también financiar a la parte más débil en valores de la oposición. El único remedio para evitar la infección es manteniendo nuestras defensas en un buen nivel.

Para que eso ocurra es menester recomponer el marco organizativo de las fuerzas democráticas. Es indispensable generar una plataforma común con la ruta que Guaidó ha discutido con el liderazgo internacional. Esa ruta debe generar una agenda común. Obviamente debatida y acordada con los partidos, pero igualmente con la sociedad civil que aspira un cambio. Una vez acordada dicha ruta con su agenda, debería convertirse en el instrumento común de todos, independientemente de que no estemos de acuerdo en posiciones doctrinarias o en visiones de cómo debe ser Venezuela luego de la pesadilla.

La única línea roja entre nosotros debería ser la de la ética y los valores democráticos. La diversidad normal debe ser respetada. Lo que debemos evitar, como dijimos, es la división anómala que produce el cáncer y luego las metástasis.

Esta sí es nuestra responsabilidad aunque ciertamente seamos un problema geopolítico. No nos espantemos con las diferencias que siempre han existido en todo proceso histórico de calado y que la mayoría de los grandes líderes ha sufrido y enfrentado. Convenzámonos de que es posible lograr objetivos a pesar de esas diferencias. No desperdiciemos esta oportunidad. No nos ofusquemos en lograr cosas más allá de lo que esa agenda concertada puede lograr. La política es el arte de lo posible.

Terminemos esta nota, como ejemplo de ello, con una frase de Benjamín Franklin quien tuvo que lidiar con el mismo problema: «O ACTUAMOS JUNTOS, O NOS COLGARÁN POR SEPARADO…»

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