Distintas pandemias han asolado a la humanidad a lo largo de su historia, la del “ébola” recientemente, la bautizada como “gripe española” aunque se originó en USA y la actual, que hoy tiene confinado a más de un tercio de la humanidad. En pocas semanas ha cobrado más de 30 mil vidas. Ayer, como hoy, se cerraron escuelas y universidades, se desinfectaba para evitar la propagación, se limitó el transporte y, así como está sucediendo ahora, hubo resistencias a las decisiones que impedían la movilidad y las fiestas. Aquella gripe se llevó a nuestro gran pintor Armando Reverón, cuyas muñecas ha inmortalizado nuestro gran fotógrafo Luis Brito.
La pandemia actual se propaga a gran velocidad y ocasiona una emergencia sanitaria y una conmoción de la economía a escala global. Más de 700 mil contagios conocidos de los cuales ha fallecido aproximadamente el 5%. El epicentro se ha movido de China a Europa y luego a USA, país que ocupa el primer lugar en número de contagiados. El efecto negativo de la pandemia se extiende a los ámbitos social, cultural, político y económico.
La pandemia del coronavirus anuncia la plaga económica con el cierre de empresas, en particular las pymes y micros, y el cese de actividades de los trabajadores autónomos, todo lo cual ocasionará un creciente desempleo. Es previsible un incremento de la morosidad en el pago de los servicios públicos, del arrendamiento de la vivienda y de los distintos impuestos. Se trata de un gran desafío de gestión en crisis por las consecuencias que podría acarrear.
Una gestión inadecuada coloca en riesgo la vida de los ciudadanos, de no atajarse la propagación de la pandemia, y porque coloca en riesgo el empleo y a las empresas responsables de crearlo. Muchas empresas se han visto o se verán muy pronto en la obligación de cerrar, despedir personal o reducir la jornada de trabajo. En pocas semanas ha aumentado el número de desempleados en el segmento de las empresas con menor músculo financiero: las pymes y los autónomos.
Hay países cuyas medidas se basan en la demonización de la empresa, evitando los despidos y exigiéndoles el pago de impuestos pese a estar cerradas y no generar ingreso alguno, lo cual augura cierres y desempleo. Otros países despliegan planes para atender a las empresas y a los autónomos, postergando el pago de las cotizaciones e impuestos o extendiendo el seguro de desempleo con el fin de reducir al mínimo las pérdidas de calidad de vida de la población más vulnerable.
Se han elaborado generosos y ambiciosos programas a los cuales se ha destinado una elevada suma de recursos, como en el caso de Estados Unidos, Francia y Alemania, tanto para atajar la propagación de la pandemia como para evitar el cierre de empresas y los despidos masivos de trabajadores. Con seguridad tales planes y recursos resultarán insuficientes, pero sientan las bases para evitar una nueva plaga.
Será necesario desplegar un descomunal esfuerzo global, el cual exige recursos y tiempo para recuperar la actividad social y económica. La forma en que algunos países han abordado y contenido la pandemia sin provocar daños colaterales excesivos, sirven de lección a los países que batallan contra el coronavirus.
Han logrado un cierto equilibrio, nada sencillo de alcanzar, que además coloca en tensión asuntos como la ética, la economía y los derechos humanos, entre los cuales el más importante es el de la vida misma. ¿Cuáles medidas permiten atajar la pandemia sin al mismo tiempo propiciar otra en el ámbito social y económico, en particular entre los más desfavorecidos? ¿Cómo proteger a los ciudadanos sin atacar y destruir empresas y empleo?
Entre las medidas adoptadas destaca la aplicación de test a miles de personas por día, información confiable, mucha limpieza y un uso intensivo de las tecnologías. Con ello lograron evitar que la estrategia del confinamiento y asilamiento social se tradujera en destrucción de la economía, la empresa y el empleo.
Los costos de la otra pandemia, la del desempleo, impagos y pobreza, pueden resultar inhumana y onerosos y para poder atenderla será necesaria una mayor inversión y mejor coordinación de carácter internacional. El producto global ha caído, las dimensiones del declive dependerán de la duración de la pandemia y el grado de confinamiento. De acuerdo a cálculos de la OCDE, por cada mes de confinamiento las economías sufrirán una pérdida de unos dos puntos de PIB. Ha habido un descenso del valor de las acciones y una importante merma en el consumo y la inversión.
La recesión es una situación excepcional y exige una gran solidaridad y un extraordinario apoyo global. Los programas convencionales, aunque útiles, resultarán insuficientes para atender la pandemia económica. El supuesto ético y punto de partida es el deseo de que nadie fallezca a causa de esta nueva pandemia.
Para ello es importante contar con liderazgo capaz de generar confianza, responsable y calificado para coordinar un equipo y reconocido como competente para encarar la gravedad de la situación. Un liderazgo competente para lograr la indispensable cooperación internacional y el acceso al mercado de capitales; la interdependencia social y económica lo exige. El balance de lo acaecido reclama una acción de carácter global; un liderazgo transparente e idóneo que mantenga debidamente informados a sus ciudadanos de la magnitud del problema y del desafío. Con esta información el ciudadano adoptará las mejores decisiones. Todos ellos son aspectos de los que carece Venezuela en los actuales momentos.
El equipo de dirección requerido para este desafío hace indispensable la inclusión de médicos, enfermeras, especialistas, empresarios y trabajadores. Sobre estos últimos recae la responsabilidad del suministro de alimentos, servicios esenciales y medicamentos. Los gobiernos responsables escuchan a empresarios y trabajadores con el fin de evitar una nueva plaga. Le transmiten la idea central de que el desempleo y el cierre de empresas hará que la recuperación resulte socialmente más costosa y más lenta.
Es importante evitar la destrucción de las cadenas de producción y suministro manteniéndolas operativas, pero evitando los riesgos de la pandemia a través de protocolos y medidas sanitarias diversas, dotando a los trabajadores de los equipos necesarios para el desempeño de sus labores con el fin de evitar los eventuales problemas de desabastecimiento, tema que afecta la calidad de vida de los ciudadanos.
El efecto nocivo de la pandemia se ceba con el empleo y con la Pyme, cuya intensidad depende del sector de actividad económica y de la situación particular de cada país. Como apuntamos, es difícil honrar impuestos y compromisos cuando las empresas no están facturando y carecen del músculo financiero. El caso venezolano es particularmente grave. Su sector salud está en ruinas, la precariedad del tejido empresarial es casi absoluta y a la destrucción de la capacidad de producción de la industria petrolera se añade el descenso mayúsculo de los precios del petróleo. Se agrega a lo dicho el declive que experimentará el monto de las remesas a consecuencia del desempleo y el cierre de empresas de la diáspora venezolana.
Es muy sencillo cerrar una empresa y muchas actuarán temerosas de realizar nuevas inversiones o contratar personal y, en el caso de Venezuela, nadie en su sano juicio se atreverá a hacer alguna inversión. Los despojos del tejido empresarial, aquel que ha logrado sobrevivir a la barbarie, se enfrentará a una drástica reducción en la demanda, a un creciente desempleo y a un Estado indigente, con escasa capacidad de maniobra, con ingresos mermados y con reservas internacionales en mínimos. Aquello que ha ocurrido en el mundo, la ampliación del teletrabajo y los servicios en línea, se hace difícil en un país con insuficiencia en el suministro eléctrico y precariedad de la velocidad de los servicios de Internet.
Lo normal en el mundo, el uso de los recursos fiscales para el cierre de empresas y el desempleo para aliviar la vida de las personas desempleadas, resultan de difícil aplicación en la situación actual de Venezuela. El país tampoco está en condiciones de utilizar los medios de los que disponen los bancos centrales para utilizar su capacidad regulatoria, creación de avales para garantizar, facilitar y respaldar al sector financiero en programas de financiamiento y refinanciamiento de préstamos. Menos aún está preparado para postergar el cobro de los impuestos, medida aplicada hoy en el mundo para afrontar el drama económico. Los países recurren a sus reservas para hacer frente a situaciones de emergencia. En Venezuela saquearon hasta las reservas internacionales, dejando al país a la intemperie y desconectado de los principales mercados y circuitos financieros internacionales.
La situación del país es alarmante y preocupante: aterradora. Entre otras cosas, porque carece de agua, elemento clave en el combate a la pandemia. No dispone de gasolina para garantizar la movilidad de quienes están en el frente: médicos, enfermeras y trabajadores de servicios básicos. No hay condiciones para la provisión y almacenamiento de los bienes necesarios para permanecer asilados. La escasez de gasolina afecta la producción y el suministro de mercancías, en un país que vive en medio de la estrechez y la penuria. Se destruye la oferta y la demanda y se amplía el círculo de la destrucción. La gravedad de la situación y el riesgo de perder muchas vidas necesita ser atendido con carácter de urgencia humanitaria.