El Índice Mundial de Libertad de Prensa 2020 de Reporteros sin Fronteras (RSF), muestra que la próxima década será decisiva para el futuro del periodismo con la pandemia de Covid-19, destacando y ampliando las muchas crisis que amenazan el derecho a la información libre, independiente, diversa y confiable.
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Esta edición 2020 del índice, que evalúa la situación de los periodistas cada año en 180 países y territorios, sugiere que los próximos diez años serán fundamentales para la libertad de prensa debido a las crisis convergentes que afectan el futuro del periodismo: una crisis geopolítica (debido a agresividad de los regímenes autoritarios); una crisis tecnológica (debido a la falta de garantías democráticas); una crisis democrática (debido a la polarización y las políticas represivas); una crisis de confianza (debido a la sospecha e incluso al odio a los medios de comunicación); y una crisis económica (empobrecimiento del periodismo de calidad).
América Latina
El ambiente en el que trabajan los periodistas de América Latina es cada vez más complejo y hostil. Quienes abordan temas delicados sufren cada vez más presiones, violencia e intimidaciones. En la mayoría de los países de la región se han emprendido grandes campañas de descrédito contra la prensa.
El informe muestra un deterioro generalizado de la situación de la libertad de prensa en América Latina, con dos notables excepciones: Costa Rica y Uruguay. La represión y la estigmatización de la prensa, nutridas por la desinformación y los ataques online, han adquirido nuevas dimensiones, sobre todo en los países que se enfrentan a grandes conflictos sociales.
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En toda la región se han registrado multitudinarias protestas y la cobertura de estas manifestaciones coloca a los periodistas en primera línea.
Venezuela
Venezuela remonta un lugar en el índice, aunque esto se debe a otros movimientos en la Clasificación y no a una mejora. El autoritarismo del presidente, Nicolás Maduro, no cede y la represión del gobierno contra la prensa independiente se ha vuelto cotidiana y multifacética: detenciones arbitrarias; violencia de las fuerzas del orden y de los servicios de inteligencia; cortes de la conexión de internet y bloqueo de las redes sociales, o expulsión de periodistas extranjeros. Las autoridades también privan de frecuencia a las radios y televisiones críticas.
En América Latina, como en todo el mundo, las agresiones físicas a periodistas suelen estar acompañadas de campañas de acoso en internet emprendidas por ejércitos de troles y por simpatizantes de los regímenes autoritarios. Los métodos de censura digital proliferan peligrosamente y las mujeres periodistas se cuentan entre sus principales víctimas.
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En este oscuro panorama, abundan los desafíos que se deben superar para que la situación de la libertad de prensa mejore en América Latina de forma significativa y durable. Mientras la prensa de la región no cuente con instituciones democráticas sólidas que garanticen la seguridad de los periodistas y apoyen el desarrollo de los medios de comunicación, estos se verán obligados a reinventarse, a encontrar nuevas soluciones y alternativas.