Luisa Mariño es empleada doméstica, pero con la pandemia de la COVID-19 se quedó sin trabajo. Vive en el barrio Costa Arriba, vía Caripito, en Maturín, estado Monagas. Desde hace más de dos meses no tiene gas de bombona y debe cocinar con leña, una práctica que solo le genera quebraderos de cabeza. Así lo reseña un reportaje de Celina Carquez para Crónica UNO.
“Gracias a Dios tenemos morichales cerca, caminamos como 20 minutos para buscar la leña, también agarramos de los árboles cerca de nuestros vecinos, que guardan para ellos y nos regalan un poco. Cocino en un patio, que no está tan cerca de la casa, y aun así la casa se me llena de humo”.
Aunque Mariño tiene una bombona de gas de 10 kilogramos, el Consejo Comunal no les ha notificado cuándo vendrá el camión de Pdvsa Gas Comunal para despacharles el servicio. Mientras, tiene que aguantarse la piquiña en los ojos, las manos y la ropa ennegrecida por el humo, y encerrar a su hijo en un cuarto porque el humo que desprende la leña le produce ataques de asma.
Ella es una de las personas que compone 4 % de la población que tiene que cocinar con leña, kerosén o cocina eléctrica ante la aguda escasez de bombonas de Gas Licuado del Petróleo (GLP) que suministra Pdvsa Gas Comunal. 89 % del consumo de gas del país es a través de bombonas GLP y solo 7 % recibe gas (metano) directo en sus residencias, de acuerdo con datos de Antero Alvarado, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y director regional para Venezuela de la firma Gas Energy Latin America.
Mariño relata que si la leña está buena, la comida la hace en media hora, y que usa dos ollitas sólo para eso porque se van agrietando, ennegrecen y se les abren agujeros.
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“Mi hijo es asmático y el humo le hace daño; se cansa demasiado, luego hay que comprarle medicamentos y no hay dinero para eso. Esto nos afecta en todos los sentidos. Así no se puede vivir”, resume con tristeza.
¿Cuándo empezó la escasez?
Aunque Venezuela es el octavo país del mundo con reservas probadas de gas natural —cuenta con 5740 miles de millones de pies cúbicos—, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), no puede satisfacer el consumo interno de GLP en el país y constantemente falla este servicio público.
La escasez de este carburante es de vieja data, sin embargo, en los últimos años se ha acentuado. Se agravó cuando en 2007 el Estado venezolano decidió expropiar a las dos empresas productoras más importantes de GLP en el país: Tropigas y Vengas, rememora Iván Freites, secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros y Gasíferos del estado Falcón (Sutpgef).
De acuerdo con Petróleos de Venezuela (Pdvsa) para ese año, el sector estaba conformado por 38 empresas operando en 82 plantas de llenado, 278 distribuidores al detal, 107 subdistribuidores y 15 empresas proveedoras de insumos y servicios.
Por instrucciones del fallecido presidente Hugo Chávez, el 27 de noviembre de 2007 se crea la filial Pdvsa Gas Comunal, adscrita a Pdvsa. A la fecha, la empresa tiene 100 % del control de la distribución de GLP de forma directa, y quedan algunas pequeñas empresas en Anzoátegui, Carabobo y Miranda que sólo distribuyen el GLP. Además, el transporte, el almacenamiento y el llenado de GLP para los sectores comercial/industrial y doméstico son manejados también en su totalidad por Pdvsa Gas Comunal.
Una fuente del sector, que pidió mantener su nombre en reserva, afirmó que la escasez de GLP “se origina desde la producción pues en el país hay gas, el punto es que la infraestructura para procesar y distribuir el gas no funciona; por ejemplo, la planta de fraccionamiento de Jose, donde se produce actualmente todo el GLP del país, tiene múltiples problemas técnicos: turbinas, compresores y trenes dañados, etc. Venezuela producía 160.000 barriles diarios de gas metano, el que llega vía directa. Pdvsa producía tres millones de barriles de petróleo y se extraía el gas. Fuimos exportadores de propano, con lo que se produce el GLP. Desde 2009 o 2010 empezamos a importarlo”.
Eudis Girot, director ejecutivo de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (Futpv), indicó que Venezuela tenía capacidad para producir 72.000 barriles diarios (Mbd) de GLP. “Éramos autosuficientes y nos quedaban 22 Mbd para tenerlos almacenados. Llegamos hasta ser exportadores de GLP”. Puntualizó que hoy en día la demanda diaria es de 44 Mbd y sólo se producen 20 Mbd de GLP.
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Durante varios años Pdvsa importó gas propano. Pero la importación ya no es una opción debido a las sanciones petroleras al gobierno de Venezuela por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Estas medidas incluyen sanciones a compañías extranjeras que vendan combustible al país, excepto diesel. Por eso ahora la escasez del GLP es de 60 %. “Venezuela se va a quedar sin gas doméstico para cocinar, la situación es crítica”, alertó Girot.
Sin bombonas
Carlos Rodríguez no podía salir de su asombro cuando le llegó la noticia un sábado por la mañana el pasado mes de febrero. El abogado, quien reside en el callejón Machado de El Paraíso, se enteró tempranito de que las tres bombonas que había dejado en la quinta del famoso cantante de salsa Oscar D’León habían sido robadas. En realidad, fueron cuatro las bombonas sustraídas: tres de su propiedad, y una del vigilante de la casa.
“Por donde vivo no hay ningún punto de distribución de gas porque no hay comunas ni urbanismos del Gobierno. Un día logré comprar a un camión de Pdvsa que iba al Club de la Guardia Nacional (GN), convencí al chofer de que me vendiera. Me dijo que me podía guardar unas bombonas, pues era un distribuidor especial para la GN”, recordó.
Machado dejó las bombonas en la quinta del cantante un viernes, y cuando se despertó el sábado en la mañana, un señor le dijo que lo estaban buscando para avisarle que se las habían robado. “Unos muchachos vieron en el estacionamiento las cuatro bombonas. Eso lo supimos después con los vecinos. Un motorizado amigo nos dijo que luego las vendieron en la Cota 905. Me costó mucho reponer esas bombonas. Conseguí una por 300.000 bolívares con todo y gas de 10 kilos. En los barrios las marcan y las amarran. Ahora tengo una prestada y la otra que compré”, puntualizó. Las bombonas son un bien muy preciado y también se las roban en las comunidades más carenciadas.