La visita de Alexei Navalny a Siberia la semana pasada fue como la mayoría de los viajes que ha realizado por todo el país para despertar la ira contra el presidente Vladimir Putin. El líder de la oposición más popular de Rusia posó para selfies con simpatizantes, se dio un chapuzón en el río Tom y evadió una cola visible de los servicios secretos rusos. Así lo reseña un reportaje de Max Seddon y Henry Foy para el Financial Times.
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En el vuelo de regreso a Moscú, Navalny repentinamente comenzó a sudar, se desorientó y colapsó en el baño del avión, donde se lo escuchó gemir de dolor antes de perder el conocimiento. Una semana después, permanece en coma después de ser evacuado a Berlín, donde los médicos dijeron que los resultados de las pruebas sugerían que había sido envenenado con un inhibidor de colinesterasa, cuyos usos van desde medicamentos y pesticidas hasta agentes nerviosos.
El ataque contra Navalny, al menos el sexto atentado de este tipo contra un disidente ruso en los últimos cinco años, ha provocado una condena internacional en una escala no vista desde el envenenamiento del ex agente doble Sergei Skripal, en Reino Unido en 2018.
Rusia afirma que no encontró evidencia de que Navalny fuera envenenado y ha descartado las acusaciones de participación estatal como «ruido vacío». Aunque los aliados de Navalny apuntan directamente al Kremlin, el activista ha acumulado una larga lista de enemigos poderosos.
“Es esencialmente un intento de eliminarlo como una amenaza. Consideran esto con una mentalidad clásica de la KGB: ‘ningún hombre, no hay problema’ ”, dice Vladimir Milov, ex viceministro de energía ruso que asesora a Navalny.
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“Al eliminarlo personalmente, pretenden matar la marca y acabar con el equipo. . . [Pero] es un grave error del Kremlin pensar que sin él el movimiento se detiene”, añade.
Amenazas constantes
En una década de activismo, Navalny, de 44 años, ha representado un desafío notable para Putin a pesar del constante enfrentamiento del Estado. Después de encontrarse excluido de los medios de comunicación dominados por Rusia, el activista consiguió una gran audiencia en YouTube con investigaciones virales anticorrupción que luego aprovechó para organizar las protestas más grandes en la historia moderna de Rusia.
En 2012, cuando Navalny encabezó una serie de protestas contra el regreso de Putin, los partidarios le preguntaban: «¿Por qué crees que no te matan y qué pasa si sí?», Según Sergei Guriev, un profesor de Sciences Po en París y exasesor del Kremlin.
La respuesta de Navalny, dice: «es un lugar peligroso, y por eso estoy hablando con usted, con la esperanza de que pueda trabajar en nuestra causa común».
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A medida que la popularidad de Navalny crecía, también lo hacían los esfuerzos estatales para detenerlo. Ha sido encarcelado 13 veces por protestar contra Putin y fue sentenciado a seis años de prisión en 2013 por cargos de malversación de fondos.
La presión legal ha ido acompañada en los últimos años de una serie de brutales agresiones físicas. En 2017, un activista pro-Kremlin le arrojó una sustancia química a Navalny que lo cegó de un ojo, mientras que el activista también cree que fue envenenado mientras estaba en una de sus muchas temporadas en la cárcel el año pasado.
La visita de Navalny a Siberia la semana pasada fue un intento de impulsar su nueva campaña de “votación inteligente” instando a sus seguidores a votar tácticamente contra el partido Rusia Unida de Putin en las elecciones regionales de septiembre. Navalny afirma que la estrategia de votación táctica le costó a Rusia Unida casi la mitad de los escaños en el consejo de la ciudad de Moscú en las elecciones del año pasado.
