Crisis como las generadas a nivel global por la pandemia de la COVID-19, ponen a prueba la capacidad y habilidad de las organizaciones para cumplir con su misión, mientras deben gestionar los cambios, las interrupciones inesperadas y las nuevas demandas asociadas. Al igual que ocurre con cualquier otro tipo de situación de crisis, bien sea de tipo financiera, social, política o por evento de desastre, en el inventario final de consecuencias habrá un espacio muy particular para evaluar el impacto (positivo o negativo) que la circunstancia pudo haber tenido en las operaciones y la continuidad del negocio. Es también sin duda, el momento para verificar las capacidades de adaptación y recuperación de la organización ante condiciones y entornos desfavorables, es decir, constatar su capacidad y habilidad de resiliencia.
Ahora bien, la resiliencia no es un estado natural de las organizaciones, se trata de un mecanismo flexible, holístico y dinámico que se va promoviendo y construyendo como parte de la cultura de la organización. Su preparación implica la puesta en práctica de una visión compartida, una estrategia sólida y un compromiso cierto con la innovación, la adaptabilidad y la seguridad cuando se trata de responder ante condiciones desafiantes. Bajo esta premisa, las crisis son tratadas no solo como una amenaza, sino también como un reto o un momento de oportunidades. Esto supone el disponer de liderazgo, recursos y capacidades para responder rápidamente a la incertidumbre relacionada con las fallas y crisis, pero también para aprovechar cualquier coyuntura favorable.
Es por ello, que la resiliencia debe ser expresión del trabajo mancomunado de las distintas disciplinas y áreas de la organización en lo concerniente a la gestión de crisis, respuesta de emergencia, protección de valores, recuperación ante los desastres, continuidad del negocio y de identificación y explotación de oportunidades que puedan presentarse. Tal aproximación permitirá el desarrollo de una mejor habilidad para el posterior proceso de recuperación y reconstrucción que ha de implementarse en medio de las dificultades y preservar (y hasta mejorar) la gestión de la organización ante situaciones imprevistas o con presencia de contratiempos.
Es bueno tener presente que un componente fundamental de la resiliencia lo constituye el capital humano, por lo cual resulta fundamental todo lo concerniente a su compromiso con la visión y procesos de la organización. Para ello es importante el forjar un buen ambiente laboral, donde se le reconoce al personal la capacidad de prevención, la capacidad de adaptación e improvisación, la actitud resolutiva, el espíritu innovador y su compromiso con el trabajo seguro en condiciones normales y en situaciones de emergencia.
Bajo tales circunstancias, la resiliencia puede significar la diferencia entre el éxito o el fracaso en momentos de interrupción sustancial de actividades.