El apellido Cisneros es sinónimo de perspicacia comercial y opulencia en las mentes de los venezolanos lo suficientemente mayores como para recordar los años previos a Hugo Chávez. Así lo reseña un reportaje de Patricia Laya y Nicolle Yapur / Bloomberg.
La hiperinflación incrementa la dependencia al régimen chavista
Durante generaciones, la multimillonaria familia llevó Studebaker, Pepsi-Cola y los grandes almacenes al país. Lanzó DirecTV en Latinoamérica, organizó concursos de belleza, produjo telenovelas y fue dueña de bancos, canales de televisión, heladerías y cerveceras.
Ahora, décadas después de haber trasladado a la mayoría de la familia y sus activos a Estados Unidos cuando Chávez estaba acelerando su revolución socialista, una nueva generación de Cisneros está explorando la economía devastada en busca de activos para comprar a bajo precio.
Eduardo Cisneros, nieto del patriarca Diego Cisneros, cofundó un fondo de capital privado en Florida que ha recaudado más de 200 millones de dólares de los inversionistas, según un documento presentado ante la SEC. El fondo, llamado 3B1 Guacamaya Fund LP, ya ha utilizado alrededor de 60 millones de dólares de ese efectivo para captar negocios venezolanos el año pasado, incluido un fabricante de pinturas, según varias personas con conocimiento de los acuerdos que solicitaron no ser nombradas porque no estaban autorizadas a hablar públicamente sobre el asunto.
Al dar el paso, Eduardo y su socio, Rodrigo Bitar, jefe de una firma exclusiva de fusiones y adquisiciones con sede en Nueva York, se posicionan como los primeros en llegar a lo que podría ser una lucha por adquirir activos de elección a precios muy reducidos en la nación que alguna vez fue rica. Después de años de mala administración que desencadenaron una disminución de 70% en el tamaño de la economía y llevaron a millones de venezolanos a huir, el sucesor elegido por Chávez, Nicolás Maduro, está adoptando lentamente reformas de libre mercado para aliviar la crisis y consolidar su poder.
Algunos analistas locales predicen que la economía crecerá en 2021 a medida que Maduro afloje las restricciones implementadas por el covid.
“Las oportunidades de ganancia son inmensamente altas en la primera fase de la recuperación económica”, dijo Peter West, asesor económico de EM Funding de Londres. “Pero también hay que ser un inversionista con gran apetito por el riesgo, dispuesto a sumergir los pies en el agua”.
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El fondo 3B1 Guacamaya opera en la misma sede de Coral Gables, Florida, que Cisneros Corporation, un servicio de consultoría con “liderazgo profesional joven, moderno y creativo” fundado por los hermanos Eduardo, Andrés y Henrique, según su sitio web.
El fondo adquirió una participación mayoritaria en el fabricante de pinturas que cotiza en bolsa Corimón CA. La compañía no ha reportado resultados desde 2015. En aquel entonces, tenía 1,300 empleados trabajando en 190 tiendas en Venezuela y en varios otros países en Latinoamérica.
Pese a lo limitados que han sido los acuerdos hasta ahora (los nombres de las otras empresas adquiridas además de Corimón no se pudieron determinar), Cisneros y Bitar se han convertido rápidamente en el tema de conversación de la pequeña y unida comunidad de negociadores y financistas en el próspero este de Caracas. En la mayoría de las capitales financieras del mundo, 200 millones de dólares pueden no alcanzar para mucho, pero en el mercado de fusiones y adquisiciones de Venezuela, hacen del dúo una fuerza inmediata.
Y su llegada hace que algunos lugareños especulen que finalmente podría estar acercándose el punto más bajo de la economía y del mercado que han estado esperando durante décadas, desde el colapso que siguió al auge petrolero de la década de 1970.
Acorralado por las sanciones de EEUU, Maduro está supervisando un esfuerzo de reforma que incluye una dolarización ad-hoc de la economía después de años de hiperinflación y sofocación debido a los controles del Gobierno. Su régimen también ha comenzado a vender docenas de empresas estatales clave a inversionistas privados a cambio de una parte de los ingresos o productos.
Mientras Chávez se apoderó de miles de empresas privadas, la familia Cisneros logró mantener el control de los negocios que mantenían en el país. Hoy en día, los venezolanos aún beben la cerveza Regional de la familia, usan planes telefónicos y de datos de su proveedor de servicios inalámbricos Digitel y ven su canal de televisión Venevisión.
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Diego Cisneros, un inmigrante cubano que se estableció en Venezuela, comenzó el imperio empresarial en la década de 1930.
Sus hijos Gustavo y Ricardo, quien es el padre de Eduardo, tomaron el control de la organización en 1970, y en la década de 1980 el clan comenzó una expansión fuera de su mercado local, comprando en EEUU al fabricante de equipos deportivos Spalding y al de productos para bebés Evenflo, así como también una participación en la cadena televisiva en español Univisión.
En 2000, la familia hizo de Florida su sede para Cisneros Group y siguió expandiéndose por América, primero bajo el liderazgo de Gustavo y luego de su hija Adriana Cisneros. No hay vínculo entre Cisneros Group y Cisneros Corp. o 3B1 Guacamaya, dijo Miguel Dvorak, director de operaciones de Cisneros Group, en un comunicado.
De vuelta en Caracas, una asociación local de capital privado recién formada llamada Venecapital celebró un evento a principios de este mes titulado: “Venezuela, nuevamente en el radar de los inversionistas internacionales”.
En él, los oradores anunciaron a Venezuela como el mercado frontera con el mayor potencial, y dijeron que aquellos que aprovechen las oportunidades en el país no están esperando el cambio de régimen que parece que nunca llegará. Señalaron que los sectores de telecomunicaciones, bienes raíces y servicios de petróleo y gas son objetivos atractivos para los inversionistas extranjeros.