Tras el fracaso de las estatizaciones de los ingenios agroindustriales, desde 2019 el chavismo ideó una fórmula que mezcla gerencia privada y pública en las diez plantas que siguen bajo su control. Pero los nuevos operadores privados -empresarios cercanos al chavismo, con historia de gerencias fallidas- resultan tan indolentes e ineficaces como sus pares públicos y apenas cosechan una amarga mezcla de promesas, irregularidades y desempleo. Los ingenios siguen paralizados y algunos solo funcionan como refinadores y empaquetadores de azúcar importada. Así lo reseña un reportaje de Carlos Crespo y Marcos David Valverde para Armando Info.
El hambre en Venezuela: políticas erradas, expropiaciones y corrupción
El Central Santa Clara en Yaracuy tiene más de diez años sin recolectar una zafra de caña de azúcar, casi el mismo tiempo que transcurrió desde su estatización el 8 de junio de 2010. Hoy las costosas máquinas de la planta están muy deterioradas. Algunas hasta han sido desvalijadas por el hampa común o por trabajadores del central, como un recurso último para la subsistencia tras la larga parálisis de la industria.
Esta planta es un ejemplo que condensa la debacle de un sector que casi lograba abastecer la demanda interna y que, más de dos décadas después, tras una ola estatizadora, apenas cubre 30% del consumo nacional de azúcar.
De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), para 1999 la producción nacional de azúcar alcanzaba 8,5 millones de toneladas métricas, con un área cosechada de 127,183 hectáreas y, según el Ministerio de Agricultura, 8,000 productores activos. Hoy la situación es otra. De acuerdo con cifras de la Federación de Asociaciones de Cañicultores de Venezuela (Fesoca), en la zafra que acaba de culminar en el mes de mayo la producción roza escasamente 2,4 millones toneladas, el área para la cosecha se redujo a apenas 45,000 hectáreas y sobreviven unos 3,500 productores nacionales.
Entre el 27 de octubre de 2005 y el 28 de marzo de 2012 fueron estatizados nueve centrales azucareros, todos bajo el gobierno del comandante Hugo Chávez. Una década más tarde, el saldo es elocuente: los nueve centrales expropiados, más el emblemático Complejo Agroindustrial Azucarero Ezequiel Zamora (CAAEZ), fundado por Chávez en su natal estado Barinas, están prácticamente paralizados. ¿Las consecuencias? Pérdida de cosechas de caña, desabastecimientos intermitentes, inundación del mercado nacional con azúcar importada de Brasil, y el sacrificio de cientos de empleos.
Las cifras, tan magras, no admiten refutación. No hay producción de azúcar. De allí que el sector parece haber sido escenario de la prueba piloto del gobierno de Nicolás Maduro para su ya masiva reversión de activos estatales al sector privado, pero no cualquier privado, sino los compinches del régimen. Si el experimento se ha llevado adelante en aras de una mayor eficacia en el desempeño, va un spoiler: no ha funcionado.
En Venezuela hay 16 centrales azucareros y, tras la ola de intervenciones, diez de ellos quedaron en manos del Estado. Pero desde 2019. sin hacer mucho ruido, el gobierno ha entregado la administración de cinco a empresas privadas. Los beneficiarios de esas reprivatizaciones sin concurso, amparadas con frecuencia en figuras novedosas como las alianzas estratégicas, suelen tener en común que no vienen del sector y su único mérito aparente es el de la cercanía al entorno del chavismo. No debe sorprender que en ningún caso se haya conseguido reactivar los centrales.