BOD | Se tambalea la base de la pirámide de Víctor Vargas

Según el ultimo informe (octubre 2021) de la SUDEBAN, el Banco Occidental de Descuento, centro y soporte del grupo financiero de Víctor Vargas, hace aguas.

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El 2 de septiembre se cumplieron dos años desde que el Banco Central de Curazao retiró la licencia al Banco del Orinoco y con ello comenzó la debacle del grupo financiero de Víctor Vargas. Días después, AllBank, la filial del grupo Vargas en Panamá, la sede en Venezuela, el banco en Antigua y también el de República Dominicana, uno tras otro, enfrentaron medidas regulatorias de distinta índole, desde la intervención, como en Panamá, la cual luego condujo al cierre, o como en Venezuela, con el banco intervenido pero aún abierto. Así, el 2 de septiembre con la retirada de la licencia en Curazao, se desarrollaba un cadena de acontecimientos que parecía poner fin al juego piramidal de Víctor Vargas.

De lo que se conoce desde entonces,  a través de distintos informes de los reguladores respectivos, de cómo se configuró un enorme fraude bancario con miles de depositantes aun a la espera de una simple explicación sobre la suerte de sus recursos, cualquiera hubiese esperado que luego de dos años, los responsables de ese juego piramidal fuesen sancionados y quizás estuviesen hoy tras la rejas. Pero lo que se sabe hasta ahora no deja de ser decepcionante. Un enorme fallo de la regulación bancaria, casi del mismo tamaño del fraude conducido por Víctor Vargas y sus asociados.

Informe Curazao: La quiebra del BDO y la complicidad de los reguladores

Curazao: Los liquidadores se comen el cuento

El último informe del liquidador del banco en Curazao, de la firma VanEps Kunneman VanDoorne, es de fecha 16 de agosto del 2021. Es el séptimo informe y básicamente repite la misma historia que se encuentra en los seis anteriores. Al igual que en 2019, cuando el Banco Central retiró la licencia Vargas, los activos del Banco no aparecen. Todavía el liquidador no ha podido encontrar activos suficientes para cancelar los casi 1.4 mil millones de dólares en pasivos que ese encontraban en el balance del Banco Orinoco. Los fondos que ha encontrado apenas, cerca de 300 mil dólares, alcanzan a cubrir los costos de operación del liquidador, que montan a cerca de 215 mil dólares, pero no cubren los otros costos de alquileres y salarios de empleados, que en total suman 150 mil dólares.

Es de recordar que una de las principales razones de las medidas del Banco Central para retirar la licencia, era que se tenían serias dudas acerca de la existencia de esos activos. Que los activos no existieran, que todavía Vargas sostiene que sí existen,  es precisamente lo que dio origen al retiro de la licencia. Un informe del Banco Central de Curazao de 2019, en base a una auditoría realizada por la firma Ernst and Young, era concluyente en cuanto a que nunca se encontró prueba de la existencia de los activos que supuestamente estaban en el balance del Banco del Orinoco. 

El informe de auditoría, incluso indicaba que encontró indicios de falsificación de documentos y que algunos de los activos a que hacían referencia las autoridades del Banco del Orinoco no estaban en cabeza de la institución sino que se habían falsificado documentos con constancias de activos en posesión del accionista. Vargas incluso tuvo su día en la corte cuando apeló la medida de retiro de la licencia, apelación que perdió cuando el Banco Central presentó evidencia de la inexistencia de esos activos y la falsificación de documentos, con esta aseveración final:

«There is a serious violation of anti-money laundering and anti-terrorism regulations, it has no operational management at all, it does not follow instructions from CBCS (Banco Central de Curazao) or insufficiently and it misleads CBCS about its financial position by using forged documents.»

Cómo se explica que luego de dos años la situación de Vargas en Curazao no haya evolucionado y todavía el liquidador del Banco no haya encontrado los activos? Cómo es posible que los liquidadores aun sigan con el mismo cuento? El informe del Banco Central era concluyente para el retiro de la licencia y hacía pensar, como en cualquier instancia de regulación mas o menos seria, que la falsificación de documentos,  dirigida a engañar a la autoridad reguladora, iba a motivar una acusación penal y levantar el velo contable que hubiese permitido a las autoridades en Curazao ir contra el patrimonio de los accionistas para cubrir el hueco del banco. 

Eso es justamente lo que diferencia un fraude bancario de una quiebra. Cuando se produce un fraude, como en este caso, cuando se forjan documentos para engañar a los autoridades financieras, estas pueden no sólo acusar penalmente a los autores del fraude, sino también ir contra sus patrimonios personales. Es lo que se denomina levantar el velo corporativo que protege a los accionistas de la quiebra de la corporación. 

Los liquidadores en Curazao han tenido dos años para constatar que los activos no existen. Han sino incapaces de llegar a una conclusión definitiva, al igual que antes el Banco Central, no han tenido suerte en dilucidar con los custodios sin los activos existían, y todavía refieren al mismo informe de auditoría contratado por el Banco Central. Los liquidadores del Banco del Orinoco, la firma de abogados designada por el Banco Central, parecieran seguirle el juego a Vargas.  Sin embargo, cuando no tienen duda alguna, es a la hora de generar gastos, horas de trabajo que se cancelan a sí mismos, como administradores del banco. 

Indicios de que los activos no existían, se confirmaron desde la auditoría realizada por el Banco Central que condujo al retiro de la licencia. Sin embargo, el informe del liquidador pareciera que mantiene esperanzas para continuar elucubrando con el equipo de Vargas sobre la existencia de esos activos, y menciona un supuesto arreglo para cubrir el hueco del banco. Los liquidadores refieren a un supuesto acuerdo para pagar al 20% de los depositantes y pasar el 80% restante como un pasivo del BOI en Antigua, la institución de Vargas que juega un rol fundamental en el juego piramidal. El supuesto arreglo al que se refiere el informe, consistiría en pasar el reclamo de los acreedores del Banco del Orinoco, como un crédito contra el BOI en Antigua.

 Antigua dicta medidas de excepción al BOI Bank de Víctor Vargas

Ese arreglo debería ser aprobado por las autoridades regulatorias de ambos países. Cualquiera que analice someramente esta propuesta de Vargas, no puede concluir otra cosa sino que se trata de un disparate. En otras palabras, se tarta de sumarle pasivos a un balance que sencillamente no tiene activos para soportarlo. Inclusive, de ser cierta esta propuesta, no debería ser un arreglo entre Vargas y los depositantes del Banco del Orinoco sino un acuerdo entre los liquidadores y los depositantes. 

Según Vargas,  continuando con la misma historia  que le vendía a las autoridades en Curazao, los activos del Banco del Orinoco siguen en custodia de las mismas instituciones que el Banco Central encontró como inexistentes. Si eso es cierto, eso activos están en cabeza del Banco del Orinoco y el único que podría moverlo es el liquidador. No se entiende entonces cómo podrían aparecer, como acto de magia, en el balance del BOI en Antigua que no posee activos para respaldar esos pasivos. Técnicamente es sumarle mas pasivos y crear un hueco patrimonial en BOI. 

En marzo de este año, a través de una bien orquestada campaña de medios,  Vargas puso a correr la noticia según la cual había alcanzado un acuerdo con el 80% de los depositantes del Banco del Orinoco. Según el aparato comunicacional de Vargas, éstos  habían acordado pasar sus acreencias como un reclamo contra el BOI en Antigua. La fecha para el arreglo era supuestamente julio. El anuncio, celebrado con bombos y platillos,  daba como un hecho que los depositantes finalmente iban a obtener el 100% de sus recursos. Sin embargo, el mismo informe de los liquidadores, de mediados de agosto, reconoce que el supuesto acuerdo sigue en conversaciones. Pasó julio y todavía hoy el liquidador del banco sigue reconociendo que los activos no existen y el acuerdo no se ha alcanzado.

Cualquiera que lea las conclusiones del último informe de los liquidadores del Banco del Orinoco – esa historia repleta de evasivas y retrasos – creerá encontrarse en presencia de una película, repetida varias veces, sobre la muy peculiar relación de Vargas con los reguladores. Es la misma historia de Vargas en Venezuela, o lo que cuentan los reguladores bancarios en Panamá o República Dominicana.

Una historia de evasivas

El caso de Víctor Vargas, pone en evidencia, no sólo las debilidades de la regulación bancaria de Curazao, sino también lo que ocurre cuando, en ausencia de una adecuada supervisión, un grupo financiero sin escrúpulos se aprovecha y se apalanca sobre la debilidades de distintas regulaciones para pasar ileso. La gran lección del colapso del grupo de Vargas es que resulta muy fácil armar un juego piramidal en ausencia de una supervisión bancaria consolidada.

La situación del Banco del Orinoco venía preocupando al Banco Central de Curazao desde inicios de 2016. Al menos desde esa fecha, se tenían dudas sobre la existencia de los activos y la sospechas de un hueco en el balance. Desde ese momento van y vienen conversaciones con la autoridades del Banco del Orinoco sobre los custodios y la existencia de los activos. Todavía en 2019, cuando el Banco Central encarga la auditoria a Ernst and Young y recibe confirmaciones de la falsificación de documentos, las autoridades del Banco del Orinoco continúan en conversaciones tratando de convencer al Banco Central que iba a realizar investigaciones internas para determinar quién había realizado esas falsificaciones. Hasta último momento, cuando finalmente se tomó la decisión de retirar la licencia, Vargas trataba de convencer el Banco Central de que los activos existían. Luego intenta una apelación ante una corte de primera instancia, la cual posteriormente pierde cuando esa instancia ratifica la medida del Banco Central. Insólito es que, luego de dos años, Vargas utilice la misma rutina, el mismo cuento que aplica a distintos reguladores. Es un esquema que para Vargas tiene todo el sentido, porque es el mismo procedimiento que ha utilizado en Venezuela desde consiguió el Banco Barinas.

Caso BDO: Víctor Vargas pierde la apelación (Documento)

La situación actual no es la mejor para los estafados en el Banco del Orinoco. Es evidente que la firma VanEps Kunneman VanDoorne, que funge como liquidadora del Banco del Orinoco, pareciera no tener mucho interés en actuar en favor de los depositantes. Los incentivos son mas bien para maximizar sus honorarios en esas funciones. El Banco Central, por su parte, parece sentirse satisfecho con el retiro de la licencia y delega en los liquidadores cualquier acción contra los accionistas. Al final, los depositantes no tienen dolientes en Curazao. Así resulta comprensible la razón por la que, luego de dos años, Vargas y la directiva del Banco del Orinoco no hayan sido procesados por fraude. 

El juego piramidal: El esquema Ponzi

La pirámide de Vargas consistía en entrelazar todos su entes relacionados de forma tal que pudiese ocultar las debilidades de su grupo financiero. Esa cadena de relaciones – de depósitos cruzados, inversiones en filiales, bancos del grupo actuando de custodios de otras filiales – tenía como objetivo ocultar debilidades, alcanzar un mayor nivel de apalancamiento, manteniendo un manejo centralizado de caja y sin tener una supervisión consolidada, que permitiera desmontar los balances e identificar el verdadero capital que soportara los riesgos en las operaciones del grupo. De esa manera, el Banco Occidental  de Descuento se convertía en accionista del Banco del Orinoco, eso le permitía realizar operaciones cambiarias encubiertas, a su vez tenía sus valores en custodia en BOI en Antigua, el Banco en Panamá se convertía, por su parte, en receptor de depósitos del banco en Curazao, financiado con operaciones originadas en Venezuela.  Todas estas operaciones que ninguna regulación bancaria permitiría en su jurisdicción, son posibles sólo bajo una supervisión fragmentada en la cual las autoridades bancarias actúan a ciegas. A los ojos de cualquiera que realizase un análisis consolidado del grupo, eliminando todas las inversiones cruzadas, descubriría muy fácilmente que en realidad se trataba de muy poco capital para apalancar las actividades del grupo. Especialmente cuando buena parte del riesgo, la apuesta fundamental de Vargas, era la deuda venezolana y las operaciones cambiarias en Venezuela.

Venezuela:  La superintendencia pide dinero fresco y Vargas evade

Desde hace algún tiempo, las autoridades regulatorias en Venezuela han tenido fundadas dudas sobre la viabilidad financiera del grupo . Su principal preocupación siempre ha tenido que ver con la calidad de la cartera de inversiones. Para mediados de 2019, meses antes que se produjera el colapso del Banco del Orinoco, el balance del Banco Occidental de Descuento BOD básicamente tenía tres activos de preocupación para las autoridades venezolanas: la posición en bonos de Venezuela y PDVSA registrados a su valor facial y no a su precio de mercado, las inversiones en empresas relacionadas, tanto en Banco del Orinoco y BOI Antigua, y los créditos en Banco Occidental de Descuento BOD respaldados por cartas de créditos en instituciones del mismo grupo.  Las notas de los estados financieros auditados desde 2016 constituyen un registro continuo de comunicaciones de la Superintendencia de Bancos que reflejan dicha preocupación. En especial el tema de los custodios de esos títulos, la misma historia que preocupaba a las autoridades en Curazao. Se trata de un asunto recurrente. Las notas de los auditores reflejan una especie de juego de ping pong: constantes comunicaciones de la Superintendencia reclamando el traspaso de la custodia y una extensa madeja de excusas del banco para no concretar la acción requerida por la autoridad. La misma historia de evasivas y retrasos que refiere el interventor de Panamá. La misma receta que utiliza Vargas cuando es puesto en evidencia por cualquier autoridad regulatoria.

Los negocios con el diferencial cambiario, una vez más

La base del juego piramidal de Vargas eran las operaciones cambiarias en su país de origen. El BOD era en buena medida el centro del grupo, no solo porque allí se encontraba el cerebro financiero del grupo, sino también por cuanto era la palanca para el posicionamiento del principal activo en el balance: los papeles de deuda soberana y Pdvsa. En la medida en que buena parte de la fuga de capitales en el país se realizó a través de las emisiones en dólares de esas instituciones, compradas en bolívares, que permitieron el trasvase del control cambiario, el grupo de Vargas  – con operaciones en Curazao, Antigua, Panamá y República Dominicana – se convirtió en una especie de mecanismo de centrífuga para las operaciones alrededor del control de cambio en Venezuela.

Un esquema muy utilizado por el BOD para crecer en captaciones en dólares en sus bancos afiliados en el exterior, consistía en tomar un depósito, por ejemplo, del Banco del Orinoco o del BOI de Antigua, o de Bancámerica, para respaldar un crédito en bolívares que era básicamente una operación de cambio pero que en algunos casos también funcionaba como un mecanismo de apalancamiento para especular en el mercado cambiario. 

Mientras seguían entrando los dólares que posibilitaban ese enorme proceso de fuga de capitales financiado por el boom petrolero, el juego piramidal funcionaba posicionándose en ese mercado. El problema básico es que tomando un tajada de un negocio que de por sí ya era riesgoso. El juego piramidal de Vargas consistía en succionar parte de esos recursos para provecho propio y de sus asociados. Por lo demás había muchas señales de alarma que empezaban a preocupar a los reguladores. Hacia finales de 2017 se produce el default en la deuda soberana y PDVSA y el grupo de Vargas ya comienza abiertamente a presentar problemas de liquidez. Es la época de las noticias de atrasos en pagos a depositantes tanto en Curazao como Antigua. La cartera de inversiones de todo el grupo estaba fuertemente concentrada en bonos del gobierno y Pdvsa, bonos en buena parte adquiridos en la enorme centrifuga que desde 2004 significó la emisión de bonos pagaderos en dólares pero emitidos en el merado en bolívares.

Ya eran los primeros indicios del colapso. Depositantes tratando de sacar sus recursos y el banco poniendo toda clase trabas. Como suele ocurrir en todo juego piramidal. Los primeros que entran suelen cobrar sus acreencias, por cuanto en la pirámide los últimos financian a los primeros; pero cuando el flujo se para, la pirámide se desploma. 

A cierre de 2018, el balance del Banco Occidental de Descuento indicaba un patrimonio de cerca de 100 millones de dólares, valorado al tipo de cambio libre. De ese patrimonio, el ajuste a precio de mercado del portafolio de inversiones -la mayoría en títulos de deuda venezolana – se llevaba casi la mitad del patrimonio y si se consideraba el ajuste en cuanto a la incertidumbre de los custodios, prácticamente el 100% del patrimonio del banco del grupo en Venezuela desaparecía. Si a eso se le suma el hecho que buena parte de ese patrimonio se produjo gracias a ganancias cambiaras sobre activos sobrevalorados o inexistentes, es de entender que la preocupación de los reguladores bancarios estaba mas que justificada.

Cuando se produce la caída del Banco del Orinoco, no queda otro camino que la intervención del Banco Occidental de Descuento en Venezuela. En septiembre el banco ya había perdido todo su patrimonio. El impacto de la filial ya sumaba pérdidas sobre un patrimonio inexistente, inflado sobre ganancias cambiarias, sobre activos sobrevalorados o ya extraídos del banco.

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Vargas, sin embargo, mueve su fichas y logra hasta una decisión del Tribunal Supremo para impedir la intervención del banco. El resultado final, luego de un recurso ante la Sudeban, no fue una intervención donde los accionistas quedaran por fuera, sino un conjunto de medidas administrativas que: prohibían adquirir acciones y participaciones en el capital social de instituciones bancarias constituidas o por constituirse en el exterior; adquirir, ceder, traspasar o permutar inmuebles, generar gastos por conceptos de remodelaciones a inmuebles propios o alquilados y liberar sin autorización de la Superintendencia provisiones específicas y genéricas; además se designaron funcionarios acreditados por la Superintendencia de las Instituciones del Sector Bancario, que cuentan con poder de veto en la Junta Directiva y todos los comités.

Entre esas medidas, la primera que se produce en octubre de 2019, obligaba a provisionar la inversión en el Banco del Orinoco, así como la provisión por las inversiones en empresas del grupo. Adicionalmente, otras de las medidas de Sudeban obligaba a enfrentar la insuficiencia de encaje legal. Los problemas del banco venían presentándose aun antes de la caída del Banco del Orinoco. El banco presentaba déficit de encaje legal desde febrero de 2019. Para Sudeban, todo ello obligaba, de acuerdo a las estimaciones iniciales, a una capitalización inicial de al menos 30 millones de dólares. Desde que se tomaron las primeras medidas administrativas, siendo muy bondadosas con un banco que ya había perdido todo su patrimonio, las autoridades de supervisión bancaria en Venezuela exigían a Vargas capitalizar el banco. Sin embargo, el último informe de los auditores, que refleja la situación del BOD hasta junio de este año, de nuevo ilustra la habilidad de Vargas y su grupo para burlar a los reguladores. 

El hueco del BOD: Vargas gana tiempo, los depositantes pierden su dinero

Para quien arma un juego piramidal, un fraude Ponzi, la esperanza siempre consiste en encontrar una nueva víctima. Algo que permita tapar el hueco que se viene arrastrando. Por eso en cada episodio de fraude bancario es muy común que la estrategia principal sea ganar tiempo. El arquitecto de la pirámide gana tiempo, pero por lo general el hueco crece. En el caso del grupo financiero BOD, en donde quizás ha tenido mas éxito esa estrategia es en Venezuela, es donde el costo va a ser mayor, en especial porque el banco sigue abierto y el hueco sigue aumentando.

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La estrategia de Vargas en Venezuela, como en el caso de Curazao, no es otra que marear a  los reguladores. Es burlar a los reguladores con evasivas, utilizando técnicas de maquillaje financiero para constituir provienes. La forma como constituye la provisión sobre el Banco del Orinoco ilustra muy bien cómo se produce ese engaño:

La participación patrimonial del Banco Occidental de Descuent BOD en el Banco del Orinoco, estaba registrada en balance y significaba casi cerca 50% del patrimonio del banco. Pero básicamente ese porcentaje era producto de fluctuaciones cambiaras, es decir, que cuando el banco dice provisionar ese activo con cargo al patrimonio, en realidad lo esta haciendo sobre un activo inexistente. Resulta insólito que se permita hacer revalorizaciones sobre activos no realizados. La provisión del Banco del Orinoco se hace gracias a la revalorización cambiara que produjo el mismo activo que ahora es evidente que no existía.

Igual cosa sucede con otros temas mencionados en las notas de los auditores. Hubo un momento en el que Vargas trata de hacer una capitalización del Banco Occidental de Descuento BOD a través de la cesión de un crédito del accionista en el Banco del Orinoco, de nuevo tratando de capitalizar sobre activos inexistentes.

Igual sucede con otros temas, engaño tras engaño. Cuando se le menciona que tiene que cambiar los custodios, como lo había pedido la Superintendencia desde al menos 2016, Vargas hace mano de cualquier excusa; cuando se le pide que debe provisionar los depósitos cruzados en entes relacionados, Vargas inventa o falsifica documentos, como lo hizo en Curazao, de acuerdo al informe del Banco Central de la isla. 

Víctor Vargas, el banquero rojo: Un hueco histórico

El informe de los auditores y las notas de los estados financieros constituyen un registro de todas las rutinarias artimañas utilizadas por Vargas para confundir a los reguladores bancarios. El último de ellos, que presenta la situación financiera al cierre del primer semestre del 2021, publicado en octubre, es una muestra evidente de cómo Vargas incumple todas instrucciones emitidas por la Superintendencia desde que en octubre de 2019 se toman las medidas administrativas. La situación es tan escandalosa que la Superintendencia, con personal que se sienta en la junta directiva del banco, tuvo que sancionar a la institución por cuando se otorgó un dividendo no autorizado.

Para junio del 2021, seguía la misma incertidumbre sobre los custodios y la calidad del portafolio de inversiones. Cada una de la propuestas de capitalización habían sido consideradas insuficientes. Hoy en día los montos propuestos por Vargas ni siquiera alcanzan par cubrir el déficit de encaje legal. La situación es una especie de ritornello sobre los mismos temas, la misma conducta de Vargas en todas las jurisdicciones donde ha operado.

En este caso, la Superintendencia sostiene que la capitalización del banco es insuficiente y, sin embargo, le otorga unos meses más para que presente un nuevo plan de capitalización. Es un juego muy similar al de Curazao, solo que con el banco abierto, y el hueco creciendo. En los hechos, el banco ya es irrecuperable. El dilema para la Superintendencia es si continuar permitiendo las evasivas de Vargas o asumir el costo del hueco actual y evitar que siga ensanchándose. Lo que suele ocurrir es que mientras la situación se prolongue, los actuales accionistas y sus asociados siguen trasladando las pérdidas al Estado a costa de los pequeños depositantes. Vargas, al vaciar el banco, ya convirtió los recursos de los depositantes en patrimonio propio. Al final, el pequeño ahorrista, si acaso recibe algo, lo hará en forma de bolívares con muy escaso poder adquisitivo.   

Sudeban mantiene medidas administrativas impuestas al BOD

La situación del Banco Occidental de Descuento BOD hoy en día, de acuerdo a lo que indican los estados financieros, es aun peor a la de comienzo de la intervención. El hueco del banco ya es casi dos veces el patrimonio que aparece en balances. Pero el hueco puede ser aun más profundo. Lo que se encontraron los funcionarios de la Superintendencia es un patrimonio inflado a través de ganancias cambiarias sobre activos inexistentes, lo mismo que los funcionarios en Curazao nunca encontraron. Y el problema siguen aumentando con el banco abierto, el déficit del encaje legal mas bien se ha ampliado, con el agravante que ya el banco no cubre sus costos de operación. Sin embargo, tal como sucede con los interventores en Curazao, Vargas continúa con el juego de las evasivas. El banco abierto con un hueco que se amplia al mismo ritmo de las evasivas. 

El ejemplo de Panamá

Apenas se produce el colapso del Banco del Orinoco, la superintendencia de bancos de ese país, interviene el banco a puertas cerradas. El interventor de AllBank, el banco de Vargas en Panamá, sometido a la misma rutina que en Venezuela y Curazao, lo pone en su informe de intervención: “AllBank no logro proponer soluciones a corto plazo, sino reiteradas evasivas y plazos, y condiciones inviables que le permitían seguir con su riesgoso actuar.”

La situación de AllBank era mas o menos una copia de la situación en Venezuela: depósitos cruzados con Banco del Orinoco y BOI Antigua. Sin embargo, cuando se produce el colapso en Curazao, la superintendencia actúa con mas premura que sus contrapartes en Venezuela y las Antillas holandesas e inmediatamente, ante las evasivas, ordena la liquidación. Luego el liquidador introduce una acusación penal por lo que considera delitos financieros. 

 El origen del juego piramidal

Víctor Vargas es uno de los sobrevivientes de la crisis bancaria venezolana de mediados de los noventa. Conoció de cerca el modelo de banca que colapsó en 1994, llevándose casi la mitad del sistema financiero y significando un enorme costo de casi el 15% del PIB. Aunque la crisis le tocó de cerca con su participación en el Banco Barinas, sobrevivió, vendió a tiempo y aprendió varias lecciones. Algunas de ellas financieras y otras políticas. En materia financiera aprendió a tapar huecos y crear nuevas estructuras, etc. En el campo político aprendió que el asunto no era solo financiar a los políticos, la clave estaba en hacerlos socios. 

Vargas forma parte de esa generación de banqueros que vieron el colapso de sus ídolos, Gómez López, Tinoco, Castro, que presenciaron cómo tener un banco servía para conseguir una muy variada gama de lujos (yates, aviones, mansiones, caballos) pero también poder político. Sin embargo, la crisis también les permitió ser testigos de cómo todos esos bienes podían perderse tan rápido como había sido obtenidos. El balance de la crisis financiera de los 90 también evidenció que el resultado final es la quiebra del banco, pero que el banquero puede preservar parte, sino toda, su riqueza.  

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El negocio bancario es básicamente un negocio de apalancamiento. Algunos, como Vargas, lo interpretan como una actividad para crecer sin poner mucho capital propio, expandirse tomando mas riesgos pero con plata ajena y al final, si el negocio fracasa endosar las pérdidas a los depositantes. Ese fue el modelo de negocio que fracasó en la Venezuela de los noventa.

La crisis bancaria fue también un momento de aprendizaje para la regulación bancaria. Cuando el regulador entró en los bancos se encontró con lo de siempre en las crisis financieras: pasivos no respaldados por los activos en libros, activos inexistentes, ruleteados a través de préstamos a relacionados, préstamos laxos que nunca iban a ser pagados. 

Víctor Vargas aprendió bien ese negocio, era la forma de ponerse en los yates y los aviones. Sin embargo, en 1994 ,como suele ocurrir en la crisis bancarias, el modelo fracasó. Los banqueros emergentes sintieron el peligro de cerca, pero para Vargas el miedo duró poco. Ya en 1992 adquiere el Banco Occidental de Descuento BOD y luego, a través del trampolín de la compra y conversión de la entidades de ahorro y préstamo, comienza su carrera de expansión. 

En 1994, en plena crisis financiera, Vargas había establecido el BOI, Banco Occidental Internacional, como una filial del grupo en Antigua y Barbuda. Con la compra de Corp Banca en 2006, consigue también la filial en Curazao, el Banco de Orinoco. Vargas sabía muy bien que para especular con los activos de riesgo de la deuda venezolana y explotar las rendijas del control de cambio, necesitaba una red internacional.

Vargas sobrevivió de milagro en el Banco Barinas y apenas entró en el Banco Occidental de Descuento empezó a enfrentar las presiones de los reguladores bancarios por la calidad de sus activos. La supervisión bancaria aprendió de la crisis algunos de los trucos de los banqueros tradicionales para esconder el hueco en sus balances, sin embargo, aún cuando buena parte de la atención de los supervisores bancarios estaba puesta en los bancos intervenidos, la presión sobre Vargas era tremenda por cuanto se tenían dudas fundadas sobre la calidad de sus activos. 

Las notas estructuradas maquillan los huecos

El negocio de tapar y maquillar huecos bancarios comienza a tomar nuevos rumbos. Las llamadas notas estructuradas, productos derivados con un activo subyacente, que en teoría son un instrumento de cobertura de riego, no llegan a Venezuela con la deuda pública, sino como un producto de maquillaje bancario para tapar huecos de balance.

Entre 1994 y 1996 buena parte de la posición en moneda extranjera de muchos de los bancos venezolanos estaba en bonos venezolanos, la mayoría de ellos en la forma de Bonos Brady. Las notas estructuradas constituían un esquema perfecto, dada la debilidad de los esquemas de contabilidad bancaria para convertir un instrumento de riesgo en otro activo con aparente menos exposición a riesgo.

Muchos de los banqueros que necesitaban algún esquema de contabilidad creativa para tapar huecos en sus balances utilizaron de forma intensiva el mecanismo de las notas estructuradas. 

Cómo funciona ese esquema de contabilidad creativa? En primer lugar, este esquema es posible ante un enorme fallo de la regulación bancaria: identificar el riesgo de un instrumento solo con la capacidad de pago del emisor. La nota estructurada lo que hace es cambiar el emisor, pero el riesgo permanece en el activo subyacente. El truco, que las autoridades regulatorias tardaron en identificar, era precisamente hacer un cambio de emisor y aparentar con ello que el riesgo se reducía.

Cómo hacían los bancos para maquillar el balance con una nota estructurada?

El esquema era el siguiente: El banco cambiaba, digamos, una cartera de bonos con un valor de mercado de 60% de su valor facial por una nota emitida por un banco con clasificación triple A. La nota en valor de mercado vale cerca del valor de mercado de los bonos, menos la comisión de estructuración y la de emisión de la nota, donde ya había un apreciable margen para los intermediarios. Pero el atractivo es que la nota tiene un valor nominal (100%) que el banco puede registrar a ese valor, aun cuando su valor de mercado este notablemente por debajo. De esa manera, al banco inicialmente le sirve para cubrir esa diferencia en su balance y además mantiene ese cartera de bonos colateral y puede apalancarse sobre ese monto. En Venezuela, había varios operadores a los que Vargas se hizo asiduo, uno de ellos Guillermo Clammens, que fue acusado por fraude en 2009.

El festín cambiario rojo rojito

En diciembre de 1998 se produce la llegada de Hugo Chávez y con ello, el esquema regulatorio que aprendió de la crisis empezó a relajarse. Primero, por el mismo cambio político y la llegada de nuevos actores. Segundo, porque con el nuevo gobierno y, especialmente a partir de 2000, comienza un proceso acelerado de crecimiento de la deuda pública. En 2002, con el régimen cambiario, el negocio bancario se convierte en un esquema de manejo de deuda y de aprovechamiento de las ventanas del control cambiario.

Con la compra de Corp Banca en 2006, y su control sobre el Banco del Orinoco, ya Vargas estaba posicionado para ser uno de los grandes jugadores en el gran festín de la deuda. 

El modelo de banca que colapsó a mediados de los 90, era simple: apalancarse para prestar a empresas relacionadas. Era la fórmula de utilizar la denominada gaveta agrícola para montar la finca, o la cartera hipotecaria para prestarle al constructor amigo. Al final, el negocio bancario es uno en que la palabra clave es el apalancamiento y un riesgo esencial es el manejo del riesgo crediticio. Los bancos venezolanos que colapsaron en la década de los noventa, fueron aquellos que se apalancaron rápido, crecieron en depósitos, y tuvieron un irresponsable y, en muchos casos, fraudulento manejo de su política crediticia. Esa fue la historia, con pocas variaciones, que encontraron los interventores bancarios en todas instituciones caídas: cartera de créditos a empresas relacionadas. Fue la historia del Banco Latino y de cada una de las instituciones que caerían en seguidilla en una de las crisis bancarias mas costosas en la historia financiera de América Latina.

Para 1996 los reguladores bancarios habían entendido, mas o menos bien, el proceso que descubrieron tras la caída de los bancos. Se habían dado algunos cambios dirigidos a fortalecer la regulación bancaria y otorgar mas autonomía a las autoridades regulatorias. Pero en diciembre de 1998, con la llegada de Chávez, el ritmo de los acontecimientos macroeconómicos y el cambio de dirección del nuevo gobierno comenzarían a definir nuevas reglas para el juego bancario.

Una supervisión bancaria fragmentada es lo que ha posibilitado ese juego piramidal, con poco capital en un balance de alto riesgo, como en lo que se convirtió el grupo financiero de Víctor Vargas. El grupo hizo mucho dinero con la deuda venezolana, pero nunca dejó esas ganancias en el balance. Las ganancias sirvieron para financiar los negocios de los accionistas. En el banco quedó el hueco, el balance maquillado con activos inexistentes, con custodios con certificaciones fraudulentas. El juego piramidal con base a activos del alto riesgo dejó ganancias al accionista y perdidas a los depositantes. Simplemente al final, cuando se produjo el default de la deuda venezolana, Vargas le trasladó las pérdidas a los depositantes.

Pero a ese factor de habilidad de los arquitectos del juego piramidal de actuar en un medio favorable, a una supervisión bancaria fragmentada que no supo identificar la explosiva combinación de poco capital y alto riesgo en el balance del grupo, habría que agregar una gran dosis de incompetencia y, probablemente, también de complicidad.

Por supuesto, cada jurisdicción tiene su particularidad: En Venezuela el hueco se amplía con el banco abierto y la Superintendencia juega a prorrogar las medidas administrativas, quizás en complicidad con el fraude. En Curazao, las autoridades siguen con el juego planteado por Vargas. En República Dominicana y Antigua, donde Vargas aún conserva algo de influencia, la situación parece congelada. Solo en Panamá avanzó, concretando una acusación penal contra Vargas y su grupo.

Perseguir el fraude bancario no es solo un tema de reputación, se trata de enviar una señal contundente de que las autoridades penalizan ese tipo de prácticas bancarias. Es también un asunto clave en la recuperación de parte de los recursos perdidos.

Lo común – y lo lamentable – en el fraude bancario es que las instituciones quiebran, pero los banqueros se enriquecen.   

Nota: Cualquier persona, empresa o institución nombrada en esta nota puede ejercer su derecho a réplica.

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