La conexión de la nueva faz de Venezuela: La nueva geografía
I
Existen pocos temas tan acuciantes y capaces de ser foco de atención, en todo el mundo, como el de la diáspora; toca los derechos y la dignidad humana, las industrias diaspóricas de la droga y la trata de personas, los derechos de asilo y refugio, los derechos laborales y empresariales y el desarrollo y la calidad de vida. Las actitudes y políticas hacia la diáspora están atiborradas de prejuicios y falacias, reforzados por retóricas políticas y mediáticas que operan como un tamiz con el cual se mira la realidad.
La diáspora está lejos de ser un todo monolítico, es múltiple y diferente, es multidimensional, tanto en las causas explicativas del éxodo como en sus efectos en las localidades receptoras, y su naturaleza transnacional nos advierte de su diversidad y también de su arraigo y pertenencia a las comunidades de acogida y origen. La diáspora está integrada por variados segmentos e intereses agrupados en muchas y heterogéneas organizaciones de la sociedad civil. Frente a esa realidad los Estados están imposibilitados de actuar aisladamente, so pena de incurrir en ineficiencias y desaprovechamiento del mejor de los activos: las personas.
La diáspora crea una nueva faz y una NUEVA GEOGRAFÍA; parafraseando a Séneca, nuestras fronteras ahora se miden por el sol, difícilmente abordable con los enfoques al uso, requiere de una nueva perspectiva, transnacional y translocal y se presenta como una GRAN OPORTUNIDAD MIGRATORIA. Para infortunio del país, ésta surge en la terrible coyuntura propiciada por la más honda crisis humanitaria y económica conocida por país alguno en el hemisferio occidental en situación de “paz aparente”. Decimos “paz artificial” por el elevado índice de muertos, como lo corrobora el informe de DDHH de las Naciones Unidas.
Esa oportunidad está contenida en el eslogan: “la diáspora no es el problema, es parte de la solución”. Las diásporas, en general, contribuyen a mejorar la productividad y a reducir la pobreza global. Además, son un bono demográfico para las regiones y países de acogida y favorecen la inserción internacional y la transnacionalización de empresas e instituciones. Con ellas se abren las puertas a la integración de ciudades y países. Sus efectos se extienden a otras esferas: cultura, política y democracia.
Para asegurar el mayor beneficio de la diáspora, es preciso diseñar y ejecutar políticas idóneas cuyo fin sea el de estimular su participación, individual y a través de sus asociaciones, en áreas de interés mutuo. Las políticas apropiadas guardan una perfecta alineación entre diáspora y políticas de integración.
Las políticas del gobierno venezolano son un portazo a esta posibilidad. Como “carrito chocón”, ha ofendido a todos los vecinos demócratas y ha provocado un deterioro sistemático de la estrategia de integración. De esas agresiones solo se ha salvado la dictadura cubana, (“no la han tocado ni con el pétalo de una rosa”), quien ha ejecutado una invasión: solicitada, consentida y FINANCIADA con recursos propiedad de los venezolanos.
En el terreno contrario, los ciudadanos, la sociedad civil y sus organizaciones, despliegan esfuerzos, se conectan, establecen alianzas, crean redes y vinculaciones transnacionales con lo cual se favorece el proceso de integración. Las asociaciones diaspóricas exhiben diversos grados de formalización, desiguales fortalezas y recursos y operan en todas las esferas del quehacer humano. En este espacio disperso, el de los demócratas, no tiene cabida el pensamiento único y de esa diversidad se nutre y enriquece el conocimiento.
El número de ciudadanos venezolanos en la diáspora equivale al de la población de Venezuela en 1960. Resultaría absurdo pensar que el equipo de gobierno de ese periodo, o de cualquier país de las dimensiones de la diáspora, se conforme solo con hablar del número de total de habitantes del país o del número de ciudadanos en cada región.
Quienes pretendan hacer POLÍTICA en general y en el ámbito de la diáspora en particular, están obligados a abordar la complejidad y multidimensionalidad del fenómeno, conocer los distintos y en ocasiones contradictorios intereses, expectativas y necesidades, y la ausencia de información es reveladora de la desconexión de la política con la sociedad. En la esfera de la diáspora es importante conocer su ubicación, país, región y localidad, el perfil sociodemográfico de los distintos segmentos, qué hace y cuáles son sus organizaciones. Es una condición necesaria para conocerla, escucharla y reconocerla.
La reveladora ausencia de datos es un obstáculo a la participación de la diáspora, pues se trata de una herramienta medular en el proceso de diseño y ejecución de políticas. El trecho que hemos avanzado ha permitido superar el desconocimiento o limitado conocimiento acerca de las organizaciones diaspóricas y sus iniciativas. Los dos programas de radio y tv (La Voz de la Diáspora” y “Diáspora y Ambiente” en RCR750.com) han hecho posible establecer conexión con más de 400 de estas organizaciones en los cinco continentes. La ausencia de información y desconocimiento se traduce en una participación “selectiva”, que en poco o nada fortalece a las comunidades diaspóricas.
La limitada información acerca de la diáspora facilita la adopción de generalizaciones y simplificaciones monolíticas de escasa o nula utilidad y que no calzan con la realidad, más diversa y plural, formada por muchos segmentos con rasgos propios. Comparten algunos aspectos comunes: la necesidad de regularizar su estatus y de insertarse de manera temprana al mercado laboral y empresarial y la necesidad de que se respeten sus derechos humanos y los acuerdos internacionales.
Las dimensiones, diversidad y pluralidad de la diáspora venezolana y el dibujo de la Nueva Geografía de Venezuela, hace necesario el diseño de una estrategia de gobernanza con el fin de promover el desarrollo y la integración. La acción POLÍTICA no puede hacerse al margen de las personas, de sus realidades y expectativas, tampoco desde la indiferencia, la arrogancia o el uso de la diáspora como pretexto. La estrategia requiere un amplio respaldo social y la participación de todos, cualquier exclusión o gestión basada en el amiguismo, o la solidaridad cómplice por encima de los méritos, capacidades, trabajo realizado, nace herida de muerte.
Ha sido esa la práctica del régimen, designar y escoger basados en la cuota correspondiente a cada uno de los grupos y facciones hoy en el poder, a expensas de la destrucción del país, el saqueo a los derechos humanos y la reducción a mínimos de la calidad de vida de los ciudadanos.
Con la migración venezolana se ha multiplicado el número de embajadores, agregados comerciales, culturales, científicos y tecnológicos, entre otras muchas responsabilidades asumidas en el ejercicio de sus funciones, quienes se han organizado y vinculado con otras organizaciones a objeto de potenciar sus efectos.
Con su esfuerzo y recursos despliegan iniciativas, ejecutan proyectos, logran el respaldo de partidos políticos, inversionistas, empresas e instituciones, con la mira puesta en la reconstrucción del país y el beneficio de las comunidades de acogida. Por eso, al momento de evaluar el trabajo realizado por estas asociaciones durante dos largas décadas, no deja de sorprendernos los resultados y logros alcanzados en todos los ámbitos: prefiguran y perfilan el servicio exterior del futuro, a cuyo análisis han dedicado un tiempo valioso. Con su trabajo corroboran que su ejercicio de la política tiene tierra bajo sus pies.
II
La diáspora es consciente del descomunal esfuerzo que será necesario desplegar para reconstruir, refundar o reedificar el país, desafío que no elude y tampoco los arredra pese a las horas trágicas, en todas las esferas, que hoy vive el país. Será necesario mucho capital humano, parte del cual se encuentra en la diáspora, mucho financiamiento, pues recibiremos un país quebrado, el concurso de acreedores y la participación de toda la diáspora que hace parte de la NUEVA GEOGRAFÍA.
La diáspora como fenómeno transnacional tiene efectos en las regiones de origen y acogida, dejar de lado alguna de ellas en el diseño de la estrategia de gobernanza es como ir al cine y salir en medio de la película; no se podrá conocer el final. La estrategia debe ser flexible y constantemente sometida a revisión y ajustes, pues la política lidia con realidades y la vida transcurre en medio del cambio y la incertidumbre.
Para el diseño y ejecución de la estrategia, reiteramos la necesidad de conocer y ocuparse de los problemas reales, en los espacios concretos en los que habita la diáspora, y valorando el nuevo capital social y las novedosas redes individuales, empresariales e institucionales construidas por los migrantes venezolanos.
La estrategia de la alternativa democrática y el ejercicio de la POLÍTICA no puede fundarse ni explicarse a partir de esa rancia fórmula teñida de marxismo, según la cual el deterioro de las condiciones económicas provocaría u obligaría a un cambio. Tal explicación causal ha sido refutada por la realidad, está demostrado; los países no conocen fondo y el mejor ejemplo de ello lo ofrece Venezuela.
Un gobierno que se sostiene, no precisamente por los logros alcanzados que no hay, ni por el apoyo social del cual carece, sobre las bayonetas que les ha permitido atornillarse al poder. Si los gobiernos cayesen por su propio peso, éste no tendría un segundo más de vida. El siglo XX venezolano fue el del esplendor: dejamos de ser un país de pobreza extrema a principios y ya en la segunda mitad del siglo habíamos superado el ingreso per cápita promedio de Latinoamérica y varios países europeos.
Durante estas dos décadas el modelo socialista se ha empeñado en el retorno a las cavernas, el trueque y la miseria. En su afán por acabar con todo se empeñan en destruir la sociedad del conocimiento y la información, con el capital humano y con las universidades y centros de investigación, que nos podrían facilitar las nuevas transiciones energéticas, ambientales y digitales. Debemos borrar la idea de un país en proceso de desmantelamiento y sustituirlo por el de Un país en reconstrucción.
Tras 22 años ejerciendo el gobierno y pese a los destrozos causados en dos décadas de barbarie, lo más parecido a la labor de quien abre un sepulcro para enterrar un país, la alternativa democrática no ha perdido la oportunidad de perder la oportunidad. Ha habido aciertos y desaciertos y propuestas improbables e imposibles y por tanto falsas, ajenas a la realidad. Desaciertos no asumidos, analizados o explicados. Los ciudadanos interesados en desarrollarse como personas, muestran toda su disposición a trabajar en un ambiente de confianza y transparencia en la gestión de los recursos y la información.
Gobiernos de países con diáspora y hasta dictaduras, acompañan a sus nativos en el mundo. El régimen venezolano no se conforma con despreciarla y negar su existencia, les crea problemas allí donde no los había y además utiliza como pretexto para enfrentar a los gobiernos demócratas de Colombia y Chile. En la acera opuesta encontramos a las organizaciones de la diáspora, que intentan recuperar LA POLÍTICA, escuchando y conectando con las realidades y problemas de los distintos segmentos: niños apátridas, jubilados y pensionados, regularización, homologación de títulos y competencias y un larguísimo etcétera, trabajo que se traduce en el establecimiento de relaciones basadas en la CONFIANZA.
Los extremos se tocan, afirma el dicho, y lo hemos visto cuando se produce la conjunción de las formas de mirar la diáspora, con indiferencia, prepotencia y como coartada; en todas ellas desaparecen el individuo y las organizaciones. Tal forma de ejercer la política ha creado un desapego de los ciudadanos con ella y con quienes se consideran a sí mismos como sus dirigentes. Los ciudadanos que integran la diáspora son agentes activos de cambio y no están a la espera de que sean otros quienes se encarguen de nuestros problemas; la solución de los problemas, la defensa de la democracia y las libertades se nutre del perfil de los individuos y organizaciones.
Haber diluido los logros obtenidos en 2015, debería invitarnos a un hondo y descarnado análisis. No es normal perder un apoyo tan masivo en tan poco tiempo y provocar un divorcio tan grande entre la sociedad y los partidos políticos, instrumentos fundamentales de la democracia. Los datos de nuestro estudio revelan las resistencias y distancias cada vez más abismales de la sociedad con sus partidos, y ello para nada es motivo de alegría.
He insistido en la necesidad de extraer aprendizajes de la política colombiana con respecto a la diáspora venezolana. Identifica instrumentos sencillos y posibles que facilitan la regularización e integración y brinda el derecho a trabajar, una forma de combate de las industrias de la droga, las bandas armadas de distinto signo y la trata de personas. Una respuesta política viable, posible, que responde a la nueva realidad.
La diáspora es un portentoso activo político transnacional. Los derechos a participar como electores y candidatos con independencia del lugar de residencia están consagrados en los acuerdos internacionales. Para garantizarlos será necesario realizar, en el caso de Venezuela, cambios en la Constitución y el marco legal. El volumen de la diáspora es de tal importancia que puede determinar el resultado electoral. Esto forma parte de las iniciativas de la sociedad civil y de varios representantes de partidos políticos.
En este terreno cabe aplicar aquel eslogan de una empresa de seguro, “es preferible estar inscrito en el registro electoral y no necesitarlo, que necesitar los votos y los ciudadanos no puedan ejercer ese derecho por no estar debidamente inscritos”. Este aspecto de mucho interés para las organizaciones de la diáspora debería ocupar un lugar importante en la agenda del CNE, los legisladores y los partidos políticos. Es crucial multiplicar los esfuerzos e iniciativas para impedir que queden por fuera millones de ciudadanos cuando se presente la oportunidad de participación electoral.
Contribuir a depurar el registro electoral es un aspecto de enorme significación que nos obliga a insistir en este asunto: los partidos políticos deberían ser los primeros interesados en producirlo y denunciarlo, en caso de que no se produzca. Lo hecho en el plano de participación de la diáspora en otros países: Italia, Portugal, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, debe llamarnos a reflexión y al debate.
Son muchas las preguntas necesitadas de respuesta: ¿Hemos sabido acompañar a nuestros ciudadanos? ¿Hemos escuchado y atendido sus opiniones, expectativas, iniciativas y proyectos? ¿Hemos sabido aprovechar las oportunidades, pequeñas y grandes, y los espacios que nos han brindado o que hemos construido? Solo pretendemos señalar algunas interrogantes que en algún momento debemos estar en capacidad de hacernos y responder.
En momentos y circunstancias difíciles como las que se avecinan, tendremos que reflexionar y sobre todo encontrar respuestas y argumentos que nos permitan hacer frente al desafío de hacer POLÍTICA en los planos local, regional, nacional y transnacional, en la NUEVA GEOGRAFÍA de Venezuela.