Al menos 15 figuras del mundo de la inteligencia -algunas vinculados a corrupción y tortura- de una docena de países, además de sus familiares, que debieron llamar la atención de los ejecutivos de cumplimiento, tuvieron cuentas en el segundo mayor banco suizo, según lo que aparece en la filtración de los ‘Suisse Secrets’. Entre los titulares se encontraban jefes de espionaje de Jordania, Yemen, Irak, Egipto y Pakistán y un ex jefe de inteligencia venezolano que, tras contratar con el Estado chavista, se convirtió en un millonario hombre de negocios. Con información de Armando Info, OCCRP, Daraj, Süddeutsche Zeitung y NDR.
Carlos Aguilera Borjas, entonces capitán del Ejército, participó en la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, que lideró Hugo Chávez junto a otros tres tenientes coroneles del llamado MBR200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, una logia clandestina cívico-militar de izquierda nacionalista). Fue a prisión tras el fracaso de la intentona, como el propio Chávez, que lo siguió considerando como uno de los “muchachos” del movimiento. La confianza se acentuó con el tiempo y Chávez, libre desde 1994, quiso a Aguilera entre sus guardaespaldas mientras recorría el país.
Cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela por vía electoral, en febrero de 1999, tenía aún en la memoria el nombre y trayectoria de Aguilera Borjas y premió su lealtad. Lo nombró director de Relaciones Presidenciales. Luego vinieron otros cargos de cierta relevancia e indudable proximidad con la vida del palacio presidencial de Miraflores: Viceministro de Gestión Comunicacional, Secretario de la Presidencia de la República y Presidente de la Fundación Pueblo Soberano. Aguilera coronó su carrera fulgurante con su designación como director de la policía política, la Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip).
En marzo de 2002, Chávez, el mentor de Aguilera, continuaba elogiándolo en público, hasta concederle una cierta aura de leyenda: “Carlos Aguilera, el jefe de la Disip, policía política, anda por ahí, nadie lo ve, [aunque] yo sí sé dónde está parado ahorita”, dijo el comandante revolucionario, con su estilo entre la guasa y la intriga, mientras acuñaba para su pupilo el apodo de El Invisible, durante su maratónica alocución dominical del programa televisivo Aló, Presidente del 3 de marzo de ese año.
Pero un mes más tarde, su suerte se torció. Aunque quién sabe si para mejor.
Aguilera fracasó en detectar y sofocar el pronunciamiento militar que entonces se engendraba y que se manifestó de manera abierta el 11 de abril de 2002, aunque apenas consiguió desalojar a Chávez del poder por 47 horas. Aguilera no solo no pudo proteger a su jefe: durante la asonada, agentes rebeldes de la Disip lo pusieron bajo arresto en la sede del cuerpo. Pudo escapar del confinamiento gracias a una astucia del prochavista general Jorge Luis García Carneiro, y solo tuvo reflejos para prepararse a desaparecer en la clandestinidad. Según versiones, se afeitó su característico bigote para pasar inadvertido.
Distaba mucho del desempeño que se esperaba del jefe de la cheka chavista. Se le destituyó y marginó a una canonjía devaluada, al frente del Fondo de Jubilados y Pensiones, para luego sí hacerse invisible, al menos desde noviembre de 2002, cuando desapareció de la vida pública.
Aguilera se mudó a España, donde hizo posgrados y se dedicó a los negocios. Ninguna de esas reconversiones, sin embargo, bastaba para explicar cómo hizo para amasar enseguida una enorme fortuna, incorporado de lleno como empresario a la vida de paisano.
“Por definición, él es de alto riesgo”, dice Graham Barrow, experto en criminalidad financiera. Añade que los bancos son responsables de asegurarse de la legitimidad del origen de los fondos de sus clientes con conexiones políticas.
Según la experta suiza en cumplimiento financiero, Monika Roth, los bancos consideran a los agentes secretos como clientes especialmente sensibles. «Yo no los tomaría como clientes, eso es demasiado arriesgado», afirma Roth, quien afirma también que los jefes de inteligencia suelen ser «personas con mucho poder, conexiones cuestionables y fuentes de dinero muy opacas».
Pero las revelaciones de los Suisse Secrets dejan ver que Aguilera -quien no respondió a las preguntas que se le hicieron llegar para este reportaje- no fue el beneficiario privilegiado de alguna indulgencia especial por parte del Credit Suisse, ni siquiera porque los venezolanos constituyeran la porción más numerosa de sus clientes. De hecho, la filtración, que muestra apenas una fracción de la clientela total del banco, contiene hasta 15 nombres de espías y jefes de servicios de seguridad -o de parientes- en todas partes del mundo en desarrollo.