La Embajada de Nicaragua en Panamá, situada en la tranquila urbanización La Alameda, se ha convertido en el refugio de figuras condenadas por corrupción y crímenes. El caso más reciente involucra al expresidente Ricardo Martinelli, quien se refugió en la legación nicaragüense tras ser condenado por corrupción y blanqueo de capitales. Con información de El País.
Martinelli llegó acompañado de empleados que descargaron bienes en la antigua casa diplomática. El conflicto diplomático surgió cuando Nicaragua otorgó asilo político al exmandatario, alegando razones humanitarias. Panamá rechazó la concesión, argumentando que Martinelli es un delincuente condenado.
Este caso no es único. Nicaragua ha sido refugio para diversos personajes con antecedentes, como los expresidentes de El Salvador, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, quienes evadieron la justicia en sus países. También se han refugiado en Nicaragua funcionarios vinculados a Juan Orlando Hernández de Honduras y otros prófugos de la ley.
Según informes, en los últimos dos años, el presidente Daniel Ortega ha otorgado 130 nacionalidades a aliados políticos y fugitivos de la justicia, violando incluso las leyes migratorias nicaragüenses.
Este patrón de ofrecer refugio a condenados se remonta a décadas atrás, como el caso del italiano Alessio Casimirri, prófugo por secuestrar y asesinar al primer ministro Aldo Moro en 1978, quien encontró refugio en Nicaragua.
Félix Maradiaga, opositor desterrado, critica esta práctica, señalando que distorsiona el propósito del asilo político, que debería proteger a quienes son perseguidos por sus ideales, no a aquellos evadidos de la justicia por corrupción. Este actuar, según Maradiaga, socava los principios del derecho internacional, perpetúa la impunidad y deshonra la dignidad nacional.