El tapón del Darién: Cómo la delincuencia organizada saboteó el control fronterizo

El fallido plan de Panamá para detener la migración deja el campo abierto a bandas criminales como el Clan del Golfo, que lucran con el tráfico de personas

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Foto Cortesía - Xavier Montalvo (EFE)

En un rincón oculto de la selva del Darién, un restaurante improvisado ofrece pescado frito, chuletas de cerdo e Internet 5G. Un cartel en letras coloridas señala el camino hacia la frontera con Panamá, pero apenas 30 minutos de caminata por un sendero fangoso revelan una valla de alambre de cuchillas que corta el paso. “Esta ruta está cerrada”, advierte un agente del Senafront, la fuerza fronteriza panameña, aunque admite no tener control total sobre los alrededores. Con información de The economist.

Este panorama caótico refleja la realidad del Darién, un tramo de selva que separa Colombia y Panamá, y que ha visto un incremento sin precedentes en el número de migrantes que lo cruzan en su camino hacia Estados Unidos. A pesar de los esfuerzos desesperados de la administración Biden para frenar este flujo, la situación sigue fuera de control. El nuevo presidente de Panamá, José Raúl Mulino, había prometido cerrar la frontera, firmando en julio un acuerdo con Estados Unidos para repatriar a los migrantes ilegales. Sin embargo, poco después, Mulino parece haber abandonado esta promesa, sorprendiendo a Washington y sumiendo la región en un caos aún mayor.

Históricamente, el Tapón del Darién ha sido un lugar temido, conocido por sus peligros naturales y la presencia de bandidos que asaltan, violan y roban a los migrantes. Pero la desesperación causada por la violencia, la tiranía y la pobreza en América Latina ha llevado a miles a arriesgar sus vidas en esta travesía. En 2014, menos de 10.000 personas cruzaron la brecha; el año pasado, esa cifra superó los 500.000, y se espera que siga aumentando, especialmente tras las elecciones fraudulentas en Venezuela, donde el régimen de Nicolás Maduro continúa oprimiendo al pueblo.

Según el plan acordado entre Panamá y Estados Unidos, los migrantes que no tengan derecho a estar en Panamá serían enviados de regreso a sus países en vuelos financiados por Estados Unidos. No obstante, la implementación de este plan ha resultado ser una misión imposible. La mayoría de los migrantes carecen de pasaportes válidos o visados, lo que hace que prácticamente todos sean susceptibles de deportación. Panamá necesitaría establecer acuerdos con los países de origen, pero las relaciones diplomáticas con Venezuela están suspendidas, y las negociaciones con otros países avanzan con lentitud.

Ante estos obstáculos, Mulino ha suavizado su postura, declarando que los vuelos de repatriación serían voluntarios, y que sólo los delincuentes serían expulsados por la fuerza. Esta decisión prácticamente garantiza que la mayoría de los migrantes continuará su camino hacia Estados Unidos. El gobierno panameño, en lugar de cerrar la frontera, ahora habla de crear un «corredor humanitario», donde los migrantes serían canalizados a través de una ruta controlada, con apoyo logístico y humanitario en puntos específicos.

Sin embargo, mientras los gobiernos intentan controlar la situación, las bandas criminales continúan explotando el caos. El Clan del Golfo, una banda que controla la entrada a la selva en el lado colombiano, obtiene más de 4.000 millones de dólares al año, gran parte de ellos provenientes del tráfico de personas, según el grupo de reflexión International Crisis Group.

En Estados Unidos, el tema de la inmigración es cada vez más relevante, con implicaciones directas en las próximas elecciones presidenciales. Desde finales de 2023, más de la mitad de los migrantes que llegan a la frontera sur provienen de países como Venezuela, Haití y Ecuador, habiendo cruzado primero el Tapón del Darién. Las tensiones entre Panamá y Estados Unidos podrían intensificarse si se implementan medidas más radicales, como la propuesta panameña de transbordadores que transportarían hasta 2.000 migrantes a la vez desde Colombia.

Mientras tanto, la confusión en el terreno persiste, y los traficantes de personas aprovechan la oportunidad para ofrecer rutas «VIP» que evitan el corredor humanitario, a menudo con resultados trágicos. Los migrantes continúan enfrentando peligros mortales en su travesía, mientras las disputas políticas entre gobiernos perpetúan su sufrimiento.

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