En Sinaloa, la violencia ha estallado con una ferocidad aterradora. Cuerpos yacen a la orilla del camino, mientras tiroteos resuenan en barrios de lujo y tractocamiones arden en la autopista. Hombres armados secuestran a personas de sus coches a plena luz del día, reflejando la brutalidad de una guerra interna dentro del Cártel de Sinaloa, uno de los grupos criminales más poderosos del mundo. Con información del New York Times.
Durante años, Sinaloa había disfrutado de una relativa calma, gracias a la cohesión de su estructura criminal, que mantenía las guerras territoriales al mínimo. Sin embargo, todo cambió a finales de julio con la traición de Ismael “el Mayo” Zambada García, considerado el padrino del cártel. Zambada fue engañado por el hijo de su antiguo aliado, secuestrado y posteriormente detenido por agentes estadounidenses. En una carta, describió cómo fue atraído a una reunión amistosa y emboscado por un hijo del Chapo Guzmán, el exlíder del cártel.
Este conflicto no es nuevo; las tensiones entre las familias de los capos han estado latentes desde la captura y condena del Chapo en EE. UU., donde uno de los hijos del Mayo testificó en su contra. Tras el secuestro del Mayo, Sinaloa quedó en vilo, y a principios de septiembre, una ola de asesinatos marcó el inicio de una guerra civil total.
Arrestan a dos líderes del Cártel de Sinaloa: un golpe significativo contra el narcotráfico
El gobernador Rubén Rocha Moya expresó su preocupación, afirmando que la violencia no había alcanzado su clímax. Sin embargo, la población no confía en la capacidad del gobierno para controlar la situación. Muchos habitantes han impuesto un toque de queda autoimpuesto, y los padres se niegan a enviar a sus hijos a la escuela por miedo a quedar atrapados en un tiroteo. La economía local está paralizada, con pérdidas que alcanzan cientos de millones de dólares y una reducción drástica en las operaciones comerciales.
Con más de 140 muertos en solo un mes, el miedo a que la violencia se expanda a otras regiones del país crece. Analistas advierten que, si no se controla la situación en Sinaloa, la violencia se volverá inmanejable, lo que representaría un desafío significativo para la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum.
El gobierno federal ha enviado 1.100 soldados a patrullar las calles y ha confiscado las armas de la policía municipal de Culiacán, reflejando preocupaciones sobre la posible connivencia entre los agentes locales y el cártel. A pesar de las promesas de Sheinbaum de proteger a los civiles sin aumentar la confrontación, la realidad es que la situación sigue deteriorándose.
Recientemente, la policía encontró una camioneta blanca con cinco cadáveres dentro, indicando que la violencia está lejos de disminuir. Los habitantes de Elota, un municipio cercano, viven aterrorizados, refugiándose en sus casas y racionando alimentos. La falta de acceso a la educación ha dejado a los niños sin clases y a los padres sin opciones.
Mientras el conflicto se intensifica, la lucha por el control del narcotráfico y los territorios en Sinaloa continúa, convirtiendo a esta región en un campo de batalla en el que los inocentes son las principales víctimas.