Un experimento realizado en supermercados de Módena y Ferrara, Italia, demostró que los escándalos de corrupción pueden influir directamente en el comportamiento de los consumidores. Durante un año, los investigadores analizaron las compras en cajas de autoservicio y encontraron que, tras la aparición de un escándalo local en los medios, la probabilidad de que los clientes declararan un valor menor al real de sus compras aumentaba entre un 16% y un 30%. Este efecto, denominado “corrupción contagiosa”, alcanzaba su pico cuatro días después del escándalo, para luego diluirse. Con información de El País.
La investigación, liderada por el catedrático Nils Köbis del Instituto Max Planck, también encontró que la corrupción no siempre responde a un cálculo racional. En experimentos globales, descubrieron que las personas ajustan su comportamiento dependiendo del entorno o de con quién interactúan. Este fenómeno, conocido como “soborno condicional”, muestra que la corrupción no es una característica fija de la personalidad, sino un comportamiento dinámico influido por el contexto.
Otro estudio en Sudáfrica demostró que las creencias sociales pueden modificar temporalmente las actitudes hacia la corrupción. En la ciudad de Manguzi, carteles que informaban sobre la disminución de la corrupción redujeron la disposición de los ciudadanos a participar en sobornos. Sin embargo, cuando los carteles fueron retirados, los niveles de corrupción volvieron a la normalidad, evidenciando que estos cambios necesitan apoyo constante para perdurar.
Para el catedrático Fernando Jiménez, experto en gobernanza, la clave para combatir la corrupción está en la mejora de las instituciones. Un gobierno con límites efectivos y mayor transparencia no solo reduce la corrupción, sino que también fomenta la confianza social y la prosperidad. Sin estos cambios estructurales, las estrategias anticorrupción tienen pocas posibilidades de éxito.
La investigación concluye que la corrupción es moldeada por el entorno y las instituciones. Si bien incluso las personas más íntegras pueden corromperse bajo ciertas circunstancias, también es posible reducir estos comportamientos en entornos regulados. Esto subraya la importancia de trabajar tanto en el plano psicológico como en el institucional para combatir este fenómeno global.