El tráfico de oro ilegal en la Amazonía brasileña ha evolucionado en los últimos años, convirtiéndose en un negocio cada vez más dominado por los cárteles de la droga. La reciente emboscada a un avión Cessna cargado con más de 46 kilos de oro en Manaos, capital del estado de Amazonas, puso en evidencia la creciente relación entre la minería ilegal y el narcotráfico. El piloto, Benildo Rodrigues, partió de Itaituba, conocida como la “capital del oro ilegal” de Brasil, con la intención de trasladar el metal a Estados Unidos. Sin embargo, fue interceptado en un ataque armado atribuido a una de las organizaciones criminales más poderosas del país. Con información de El país.
Las investigaciones apuntan a que grupos como el Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermelho han encontrado en el oro un nuevo método para el lavado de dinero, utilizando lingotes como una moneda alternativa difícil de rastrear por las autoridades. Con el precio del oro alcanzando niveles récord en los mercados internacionales, la extracción ilegal se ha convertido en una fuente de ingresos crucial para estas redes criminales. Según datos del Instituto Escolcha, casi la mitad del oro producido en Brasil entre 2019 y 2020 proviene de fuentes ilegales o sospechosas, con Itaituba y sus alrededores como epicentro de la actividad.
La crisis ambiental generada por esta minería descontrolada es otro factor alarmante. En su afán por extraer el metal precioso, los mineros ilegales han devastado grandes extensiones de la selva amazónica, utilizando mercurio para separar el oro de la tierra y contaminando ríos y ecosistemas. De acuerdo con la ONU, el sector minero artesanal es la mayor fuente de contaminación global con mercurio, superando incluso a las centrales eléctricas de carbón. La administración del expresidente Jair Bolsonaro permitió la expansión de esta actividad al reducir fondos para el combate a los delitos ambientales, mientras que el actual gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha intensificado las redadas policiales contra las operaciones ilegales, aunque con resultados mixtos.
La connivencia entre narcotraficantes y mineros ilegales no solo se refleja en el financiamiento de la minería clandestina, sino en la violencia extrema que rodea el negocio. Testimonios y registros indican que los cárteles han desplazado a pequeños mineros y establecido el control de yacimientos en zonas remotas del Amazonas. Además, han replicado tácticas de territorios dominados por el narcotráfico, como el norte de México, donde la minería ilegal y el crimen organizado están estrechamente ligados. Para las autoridades brasileñas, la creciente militarización del tráfico de oro representa una amenaza similar a la que el país ha enfrentado con la cocaína.
Pese a las acciones del gobierno brasileño para frenar la expansión de esta economía ilícita, el problema persiste. La falta de alternativas económicas para las comunidades que dependen de la minería y el interés de los grupos criminales en el sector han complicado la erradicación de estas actividades. Expertos advierten que, sin un enfoque integral que combine estrategias de seguridad, desarrollo social y cooperación internacional, la Amazonía podría enfrentar un escenario similar al de otras regiones del mundo donde el crimen organizado ha capturado sectores económicos estratégicos, dejando una estela de violencia y degradación ambiental.