Y sí se han logrado algunas mejorías que no hay que desestimar porque sobre ellas se construyen mayores avances; la mayoría de paraísos fiscales han acordado en los últimos años intercambiar información bancaria de manera automática con una serie de terceros países para lavar la cara. Pero este progreso ante el volumen es insuficiente.
No basta con invitar a las personas y a las entidades que se benefician del secretismo fiscal a que sean buenos chicos, que sean solidarios y responsables, y que terminen con él; ya que esto es a todas luces insuficiente. De hecho cuando los bancos ubicados en las jurisdicciones de estos paraísos intercambian información siguen manteniendo un régimen separado para no residentes, con las mismas ventajas fiscales de antaño y en muchos casos manteniendo el secreto bancario. Aunque se puedan hacer excepciones en determinados casos que resulten muy flagrantes relativos casi siempre a una minoría de contribuyentes, y dejando a la sombra redes de empresas, fondos fiduciarios y sociedades holding.
Recuerden la lista Falciani y su historia conocida, que empieza con un informático en el banco suizo HSBC. Descubre que el funcionamiento de la firma se sustenta y evoluciona con el fraude fiscal. En el caso Falciani, este profesional ofrece sus conocimientos a la justicia suiza, que no se acaba de interesar. Por lo que huye con un listado de 130.000 evasores vía cuentas en Suiza que ofrece a la Hacienda francesa; la cual comparte esta información con otros Estados, entre ellos Estados Unidos, un pais donde han utilizado la información para detectar sobretodo el blanqueo de dinero que hace el narcotráfico.
La lista española contenía los nombres de 1.500 personas. De ella que se ha investigado a cerca de la mitad. No a todos. De esas investigaciones parciales han salido ingresos en multas por un monto de 260 millones en las que apellidos como Botín entre otros están también en ellas. Pero además se ha recabado abundante información sobre el caso Gürtel, y se han abierto un centenar de casos judiciales, de los que, hasta ahora, solamente se han traducido en dos sentencias de cárcel.
Al margen de pantallas financieras, intereses de lobbies, testaferros y gobiernos de países avanzados que parece que miran a otro lado, la banca es la mayor interesada en servir a sus clientes preferentes. Aquellos que acuden a estos vergeles de elusión fiscal y discreción en aras de cuanto más mejor. Porque esta práctica es todo un fenómeno internacional aunque no se hable de ello.
Al margen de esa especie de potaje financiero al que confluyen multitud de intereses no tan dispares, no ayudan determinadas prácticas bancarias producto del fenómeno de la globalización. Solamente en la oferta bancaria de servicios de pago a través de tarjetas Visa, Mastercard o American Express, por ejemplo, en una compra telemática, entre un 3% y un 5% del importe se pierde a lo largo del camino y en la mayoría de los casos acaba en un paraíso fiscal. Es el caso de la plataforma de pago PayPal, a través de la que ese dinero acaba en Luxemburgo.
Pero dado que esto lo hacen aquellos que tiene mayor capacidad financiera a nivel global (la entrada en una entidad como HSBC requiere un mínimo de tres millones de euros para invertir), esta práctica acentúa aun más si cabe una desigualdad social cada vez más creciente. La dudosa combinación de evasión fiscal y de desigualdad , está en el corazón del grave problema que representa hoy más que nunca buscar fórmulas que financien el estado de bienestar. O eso, o reducirlo.
Y está claro que el mejor incentivo para que los ciudadanos paguemos nuestros impuestos es saber que son progresivos, que existe justicia social y que nuestro dinero se está gastando bien y que disfrutamos de sus beneficios. Porque cuando se tienen recursos escasos en la economía, se deben usar en los fines más productivos posibles. Más si cabe aún por la inequidad que supone la mayor acumulación de capital en manos de unos pocos que lo eluden y que se traduce básicamente en un grave problema para aprovisionar a cualquier pais en materia de educación, de desarrollo tecnológico o de salud pública, unos aspectos muy sensibles y que se ven afectados.