El medio oficial de la Iglesia Católica Vatican News publicó el 4 de junio un artículo donde reseña el informe del Centro Gumilla sobre la grave situación que se vive en el denominado Arco Minero del Orinoco. Lo compartimos:
De acuerdo a un informe publicado en la revista de la Fundación Centro Gumilla, Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de los jesuitas en Venezuela, la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco “profundiza el modelo extractivista y acentúa la lógica rentista en Venezuela, con la incorporación de transnacionales”. Es decir, es un proyecto que estaría basado en la obtención de activos a través de la destrucción ambiental, además del etnocidio que acarrea.
“Hay presencia de sindicatos, mafias, comerciantes, traficantes, grupos armados irregulares, militares, y personeros del gobierno que controlan la actividad minera. Y a su vez de población local, indígenas, gente que ha migrado de las ciudades para sobrevivir con los pocos ingresos que les deja esta práctica, que también tienen sus contradicciones internas”, señala la nota.
El desarrollo de estas prácticas gira en torno a la destrucción y apropiación masiva de los recursos naturales, así como de los altos precios de las materias primas en los mercados internacionales.
El territorio del Arco Minero del Orinoco es más grande que algunos países: Portugal, Cuba, Panamá y República Dominicana.
Más datos del informe
“Un elemento muy importante es que el megaproyecto lo están ubicando en la Amazonía, una región de 7 millones de hectáreas, muy delicada en términos ecosistémicos y una de las más megadiversas del mundo…Allí habitan la mayor parte de los indígenas de Venezuela, y más de 300 pueblos indígenas de todos los países que comparten la Amazonía”.
“Toda la zona del territorio venezolano al sur del Orinoco constituye la mayor fuente de agua dulce del país. Los procesos de deforestación previsibles con la actividad minera en gran escala inevitablemente conducirán a una reducción adicional de los volúmenes de agua en la zona, y a su vez en una profundización de la crisis energética que atraviesa el país”.
La publicación también explica las consecuencias socio-ambientales que traerá consigo el megaproyecto, el cual afirman será de «caracter internacional por la contaminación de ríos que desembocan en el Atlántico, el potencial impacto de esto en las pesquerías y en el modo de vida tradicional en las costas venezolanas como en las de los países vecinos”.
«Es necesario un cambio estructural«
“Todavía hay gente que apuesta a que los precios del petróleo aumenten y a la minería, y no colocan en sus discursos el cambio estructural necesario. Estamos envueltos en un imaginario desarrollista, petrolero, profundamente extractivista, que atraviesa todas las clases sociales…Cuando se mencionan los impactos que ha tenido este modelo rentista a nivel social y ambiental, y que se profundizará con esta diversificación del extractivismo que no es más que una diversificación del rentismo (se cambia petróleo por minerales), algunos aseguran peyorativamente que los que hacen resistencia quieren volver a la edad de piedra”.
“Es fundamental que crezca un movimiento de justicia ambiental en las ciudades. Que nos sintamos dolientes de toda esta degradación que ocurre en un territorio lejos de las urbes pero que nos impacta profundamente”.
“No es renunciar a la ciencia y a la tecnología sino ponerlas al servicio de la gente y el ambiente. No se trata de prohibir el consumo, sino darle nuevos marcos valorativos: qué consumimos, para qué lo consumimos, porqué lo consumimos, cuánto necesitamos. ¿Cuál es la verdadera razón de la explotación del Arco Minero del Orinoco? ¿Es necesario?”.