El Arco Minero del Orinoco se encuentra en Venezuela junto a la Amazonía y dentro del Escudo Guayanés que es la zona geológica más antigua del planeta, y donde está a su vez el Parque Nacional Canaima, patrimonio de la humanidad declarado por la Unesco. Es un territorio más grande que Países Bajos o Suiza y es el escenario de uno de los más escandalosos crímenes ecológicos que se está cometiendo actualmente en el mundo, producto de la extracción masiva e indiscriminada de recursos minerales como oro, diamante, hierro, cobre, bauxita, coltán, entre otros. Así lo reseña un reportaje de La Razón.
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A partir de 2016 por orden del dictador Maduro se han deforestado más de once mil kilómetros cuadrados, destruyendo el suelo, contaminando el agua y acabando con la biodiversidad de la zona, lo cual está ocasionando un daño irreversible al planeta. Dicha devastación ambiental genera además masacres a poblaciones enteras por control de las minas, trata de blanca, esclavitud, contrabando ilegal y presencia de grupos irregulares como el ELN, además de inducir un genocidio de etnias indígenas con la destrucción de su hábitat y generación de epidemias mortales como la malaria. Todo en esto en un territorio donde habitan 16 comunidades indígenas, 850 especies de aves, 257 de mamíferos, 205 de anfibios y 204 de reptiles.
El contrabando que genera esta actividad lo realizan mafias políticas, organizaciones guerrilleras y cuerpos militares que sacan la mercancía por río o vía aérea. Las primeras masacres por el control de las minas donde se acribillaron a decenas de mineros fueron negadas por las autoridades oficiales, hasta que un diputado de la zona, Américo De Grazia, se atrevió no solo a denunciarlas sino a documentarlas y comprobarlas mediante la comisión especial parlamentaria que presidió.
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No es causalidad que dicho diputado se encuentre hoy exiliado en Italia luego de que violaran su inmunidad parlamentaria y comenzara una persecución judicial precedida de amenazas verbales públicas de parte del propio Nicolás Maduro.