El análisis de muestras genéticas estrecha el cerco sobre el pangolín como posible fuente del coronavirus. Varios ejemplares incautados hace tres años a más de 1.000 kilómetros de Wuhan, donde empezó todo, estaban infectados por virus genéticamente muy parecidos al SARS-CoV-2, según un nuevo estudio. Este trabajo se suma a dos anteriores que también habían encontrado una conexión entre uno de los animales más amenazados del planeta y la pandemia global. Con información de El País.
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En agosto de 2017, policías de aduanas incautaron 18 pangolines malayos (Manis javanica) en Guangxi, región del sur de China fronteriza con Vietnam. La zona es uno de los puntos calientes del tráfico ilegal de estos animales. Según un reciente informe de la organización TRAFFIC, desde inicios de siglo, casi 900.000 pangolines han alimentado las redes de tráfico en Malasia, Singapur y Vietnam con destino, en su mayoría, a China. Aunque es una gota en el mar, esta veintena de ejemplares está ayudando a los científicos a llegar al origen de la pandemia de coronavirus. Hay ocho especies de pangolines, cuatro de ellas africanas, y todas están en peligro de extinción, según la ONU. Cinco de esas especies están en situación critica.
Ya antes de la explosión de la pandemia, hubo algún estudio que encontró un virus de la familia Coronoviridae en pangolines malayos. De ahí el interés que estos animales han despertado entre los científicos. Un grupo de ellos ha estado estudiando tejidos y muestras de sangre de estos 18 ejemplares conservadas desde 2017. Los resultados de su estudio, publicados en Nature, indican que seis de las 43 muestras contenían coronavirus con una elevada similitud genética entre este ARN y el SARS-CoV-2.
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«El papel que desempeñan estos pangolines en la aparición del SARS-CoV-2, que causa la Covid-19, aún no está claro. Sin embargo, llama la atención que los virus del pangolín contengan determinadas regiones genómicas que son muy cercanas a las del virus humano», señala en una nota el virólogo y coautor del estudio. «La más importante de ellas es el [así llamado] ‘dominio de unión al ligando’ que dicta cómo se puede fijar el virus e infectar las células humanas», esto es, la zona que se une a la parte (el ligando) de la célula a la que infecta. Esta parece ser la clave en la entrada del virus.
Holmes y sus colegas, todos de centros de investigación chinos, completaron su investigación con el análisis de muestras de otros 12 pangolines también incautados, pero en otra provincia china y un decimotercero, en otra zona del país. En esta y en tres de las anteriores, también lograron aislar el virus. Los positivos tenían una similitud en su secuencia genética de entre el 85,5% y el 92,4%. Sin embargo, los coronavirus de los pangolines estudiados no cuentan con una alteración clave que sí aparece en el coronavirus humano y que afecta a la proteína que usa el virus para acoplarse a las células humanas.
Junto a determinadas especies de murciélago, los pangolines son los únicos mamíferos en los que se han detectado coronavíridos como el que ahora castiga a los humanos. El hecho de que distintos estudios con distintas muestras, algunas recuperadas a más de 1.000 kilómetros de distancia del epicentro de la pandemia, hayan encontrado estos virus en estos animales es también otro argumento de cargo. Sin embargo, la similitud genética es muy alta pero no alcanza en ninguno de los estudios el 99%, un porcentaje que despejaría cualquier duda. Así que no basta para sentenciar al pangolín.
Para lo que sirve es para que los autores de esta investigación destaquen tres medidas urgentes para que esto no se vuelva a repetir: Primero, hacer un seguimiento de los coronavirus en un abanico de especies de mamíferos. Las otras dos las plantea Holmes: “»Una lección vital de esta pandemia para ayudar a evitar la próxima es que los humanos deben reducir su exposición a la vida salvaje, por ejemplo, prohibiendo los mercados mojados [en los que se venden animales vivos] y el tráfico de vida salvaje«.