Los últimos días han sido muy intensos. No conozco a una sola persona que no estuviese atenta a los sucesos en Estados Unidos. Hemos dormido poco o incluso mal. Y con razón. Esta no fue “cualquier” elección. Se trataba de una elección crucial, no solo para ese país, sino para el mundo entero. ¿Por qué?
Porque la democracia estadounidense estuvo a prueba. Se rechazó el liderazgo autoritario y antipolítico de Trump, sus esfuerzos por dividir a la nación, su estilo polarizante y ofensivo, sus ataques a la ciencia y al conocimiento, su desprecio por la diversidad, sus arremetidas en contra de opositores o periodistas, entre muchos otros. No nos equivoquemos, Trump no es “el” problema (sin duda es “un” problema), sino más bien una expresión o un síntoma de los múltiples retos que aún persisten en Estados Unidos. Pero lo realmente admirable es que, gracias al esfuerzo masivo de la población y el liderazgo ciudadano y demócrata, se logró frenar ese estilo de hacer política que sigue cautivando a millones de estadounidenses.
Hoy celebremos porque triunfó la democracia, la participación, la ciudadanía. Triunfaron las ideas de inclusión, diversidad, tolerancia, los valores democráticos, las propuestas de políticas públicas sensatas. Ganó nuestro medio ambiente, ganó la cooperación, ganó el multilateralismo, ganó la ciencia. Además, celebremos porque, por primera vez en la historia de Estados Unidos, una mujer fue electa vicepresidenta.
2020 ha sido un año extremadamente duro. La pandemia ha impactado nuestras vidas de múltiples formas y lo seguirá haciendo de manera explícita e implícita. Y es precisamente en este contexto de pérdidas humanas, angustia e incertidumbre, que varios liderazgos autoritarios a nivel mundial han visto una oportunidad para atrincherarse, perseguir y ejercer control sobre los ciudadanos. Por esta razón la victoria de Joe Biden y Kamala Harris es tan relevante es este momento. Llegan para complementar liderazgos como el de Angela Merkel, Emmanuel Macron, Justin Trudeau o Jacinda Ardern. Llegan también para darnos esperanza y motivarnos a participar en el diseño de nuestras sociedades.
No nos equivoquemos: los retos para los demócratas son enormes y no será fácil gobernar. Pero este 2020 representa un momento clave, tanto para los demócratas, como para los republicanos. Ambas élites deben escuchar los distintos mensajes de la población y responder a sus necesidades, deben renovarse y democratizarse (aún más). Si así lo hacen, la presidencia de Trump, aunque tendrá efectos a corto y mediano plazo, pudiera pasar a la historia como un “período de alerta”, una anomalía –quizás– que fue percibida y atendida.
En todo caso, renació la esperanza. Celebrémosla.