El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha acusado a los hijos de Joaquín «El Chapo» Guzmán, Iván Archivaldo, Jesús Alfredo Guzmán Salazar y Ovidio Guzmán López, junto con otros 25 miembros de la organización del cartel de Sinaloa, de seis cargos relacionados con el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos. Con información de El País.
Los Chapitos, como se les conoce, han tomado el control de la organización y han construido una estructura empresarial eficiente, utilizando la antigua estructura del cartel y añadiendo elementos novedosos para situarse como los mayores proveedores de fentanilo en Estados Unidos.
El negocio comenzó en 2014, cuando Ovidio Guzmán López fundó su primer laboratorio en Culiacán para procesar fentanilo y aprovechó las rutas del cartel para enviar pequeñas cantidades a Tijuana y posteriormente a Los Ángeles. Desde entonces, los hermanos Guzmán han tomado personalmente las riendas del negocio, convirtiendo un laboratorio de metanfetamina en Durango en una instalación para producir fentanilo.
Ovidio se encargó de montar una red de laboratorios para asegurar una producción sostenida, Jesús Alfredo desarrolló alianzas para obtener precursores químicos desde China, e Iván Archivaldo administró el aparato de seguridad alrededor de toda la operación, principalmente en la producción y la distribución.
El negocio altamente rentable de los «Chapitos» involucra la fabricación de grandes cantidades de fentanilo utilizando un kilogramo de precursor que compran por 800 dólares. Este kilogramo les permite producir hasta 415.000 pastillas o cuatro kilogramos de polvo de fentanilo, lo que les genera ganancias significativas. La venta de estas pastillas en lugares como Nueva York puede llegar a costar hasta tres dólares por unidad.
Los ingresos obtenidos por la organización criminal se envían a México a través de transferencias bancarias en cuentas ubicadas en paraísos fiscales y criptomonedas. Los distribuidores de drogas en los Estados Unidos son los encargados de recolectar el dinero y transferirlo a las cuentas de bitcoin del cartel, que son administradas desde México. La tecnología de criptomonedas dificulta la detección del dinero por parte del sistema financiero, lo que impide su conversión a dólares o pesos en México.
En algunas ocasiones, los proveedores de precursores en China reciben el pago en criptomonedas por sus productos. Además, la organización también adquiere bienes raíces en los Estados Unidos, realiza envíos de dinero en efectivo y compra productos como teléfonos celulares, que luego se venden en México para completar el proceso de lavado de dinero.
Los Chapitos también establecieron alianzas y aseguraron el control de las plazas consideradas «posiciones estratégicas» en varios estados de México, utilizando la crueldad como método para sembrar el terror entre sus enemigos.
El Departamento de Justicia detalla que se aliaron con un grupo de sicarios llamados los Ninis y los convirtieron en su brazo armado, utilizando la tortura como método de castigo y alimentando a los tigres con los cuerpos de sus enemigos. La obtención de precursores químicos es uno de los pilares de la operación de los Chapitos, y la mayoría proviene de China.